La Luz de Tobías



En un hermoso y acogedor pueblo del bosque, bajo la luz de la luna, vivía Tobías, una joven luciérnaga llena de energía y curiosidad. Saltaba de hoja en hoja, iluminando el aire con su brillante destello, mientras sus amigos se unían en divertidos juegos nocturnos.

Todos en el pueblo la querían. Pero un día, algo cambió. La abuela de Tobías, Lydia, que había sido siempre su guía y su luz, comenzó a perder su brillo. Las pequeñas luces que antes danzaban en su cuerpo se apagaban lentamente.

"Abuela, ¿por qué no brillas como antes?" - preguntó Tobías, preocupada.

"Querida Tobías, es parte natural de la vida. Todos pasamos por esto en algún momento. Pero recuerda: mi luz siempre estará contigo, en todo lo que haces" - respondió Lydia con una sonrisa temblorosa.

Kilo, el amigo ardilla de Tobías, observó desde lejos y acercándose, dijo: "Tobías, no te pongas triste. La abuela siempre tiene historias hermosas. Quizás podrías ayudarla a recordar esos momentos felices."

Tobías, inspirada, llevó a su abuela al claro donde solían contar historias bajo las estrellas.

"Cuéntame, abuela, sobre la primera vez que volaste. ¿Te acuerdas?" - instó Tobías.

Lydia sonrió, sus ojos brillando con el recuerdo. "Oh, sí. Fue una noche impresionante. Sentí que danzaba entre las estrellas por primera vez. La luna me daba fuerza."

Con cada historia, el brillo de Lydia se hacía un poco más intenso, como si la vida que había vivido estuviera iluminando su ser.

Pero un día, un feroz viento sopló por el bosque, amenazando a las luciérnagas. El brillo de Tobías parpadeaba con miedo.

"¡Hay que ayudar a todas!" - exclamó Kilo, buscando coraje.

Tobías sabía que su abuela tenía la sabiduría necesaria para guiarlas. "Abuela, necesito tu luz. ¡Necesitamos unirnos!" - dijo angustiada.

Lydia, aunque su brillo era débil, empezó a dar indicaciones. "Sigamos juntas, luciérnagas. Formemos un círculo. Alimentemos nuestras luces con nuestra alegría. ¡A ver quién brilla más fuerte!"

Las luciérnagas se unieron en un lazo brillante, mientras contaban chistes y recordaban momentos felices, llenando el aire de risas. La luz comenzó a crecer, iluminando el bosque y ahuyentando al viento oscuro.

Finalmente, el viento se calmó, y un rayo de luna iluminó a las luciérnagas, reflejando su brillo en toda su magnificencia.

Tobías miró a su abuela, quien a pesar de su luz tenue, sonreía llena de amor. "Mirá, Tobías. Nunca estamos solas cuando compartimos nuestra luz con los demás."

Desde ese día, Tobías aprendió que, aunque el camino de la vida a veces presenta desafíos, siempre hay una manera de brillar a pesar de los momentos oscuros. Y su abuela, aunque su brillo era más sutil, brillaba de una manera diferente, siempre acompañándola.

Y así, la joven luciérnaga se convirtió en una líder en su comunidad, con el legado de amor y luz de su abuela siempre iluminando su camino. Ella entendió que la luz de la abuela jamás se apagaría, porque viviría en cada acto de bondad que ella realizara.

Y así, llenas de esperanza y luz, las luciérnagas continuaron danzando en el bosque, creando un tapiz de brillantes luces unidas en la oscuridad.

FIN.

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