La luz del día y la luna



En un tranquilo pueblo, la luz del día amaneció más brillante que nunca, pero también estaba enojada. Se quejaba de que la luna era muy floja porque siempre llegaba tarde y a veces ni siquiera se presentaba. La luz del día decidió confrontar a la luna.

- ¿Por qué siempre llegas tarde o directamente no apareces? - reclamó la luz del día.

La luna, con una suave sonrisa, respondió: - No soy floja, simplemente tengo otro ritmo. No tengo la misma prisa que tú.

La luz del día no estaba convencida, pero la luna le propuso un desafío: demostrar quién era más importante para el mundo. Acordaron que ambos tendrían la oportunidad de mostrar su valor al pueblo durante una semana.

La luz del día iluminó el cielo con toda su fuerza, haciendo brillar los colores del amanecer y el atardecer. La gente realizaba sus actividades diarias con energía gracias a su luz. Pero a medida que la noche llegaba, la ausencia de la luna se notaba, y algunos se sentían tristes al no verla en el cielo.

Cuando llegó el turno de la luna, su suave brillo iluminó el cielo nocturno y creó un ambiente lleno de misterio y paz. Las estrellas brillaban con más intensidad, los animales nocturnos salían a jugar y las personas se relajaban contemplando su belleza. Sin embargo, durante el día, algunos se sentían cansados por la falta de la energía radiante de la luz del día.

Al final de la semana, la luz del día y la luna se encontraron nuevamente. La luz del día reconoció que ambos tenían su importancia y que no se trataba de competir, sino de complementarse. La luna asintió con ternura y le recordó a la luz del día que juntos formaban un equilibrio perfecto, brindando belleza y armonía al mundo.

Desde ese día, la luz del día y la luna trabajaron juntas, apreciando y respetando su ritmo único. Y así, el pueblo volvió a brillar con la magia de la luz y la suavidad de la luna, creando un lugar especial y lleno de armonía para todos.

FIN.

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