La luz en la cueva de Villa Alegre



Érase una vez en un pueblo encantado llamado Villa Alegre, donde vivía un joven llamado Edgar. Edgar era conocido por ser muy valiente y aventurero, siempre dispuesto a explorar nuevos lugares y vivir emocionantes experiencias junto a sus amigos.

Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque del pueblo, se acercó la noche y todos comenzaron a regresar a sus casas.

Edgar sintió un escalofrío al ver que el sol se ocultaba y la oscuridad comenzaba a extenderse por las calles de Villa Alegre. "Chicos, tengo que irme. La oscuridad me da miedo", dijo Edgar con voz temblorosa.

Sus amigos trataron de convencerlo para que se quedara un rato más, pero Edgar estaba decidido a regresar a casa. Mientras caminaba solo por las calles iluminadas por farolas titilantes, su corazón latía con fuerza y cada sombra parecía cobrar vida ante sus ojos asustados.

Al llegar a su hogar, se metió rápidamente bajo las sábanas y cerró los ojos con fuerza, tratando de no pensar en lo oscuro que estaba afuera. Sin embargo, el miedo lo invadía y no podía conciliar el sueño.

Al día siguiente, durante el desayuno con su familia, Edgar les confesó su temor a la oscuridad. Su mamá le dio un abrazo cálido y le dijo:"Edgar querido, es normal tener miedo a lo desconocido.

Pero recuerda que dentro de ti hay una luz aún más brillante que puede vencer cualquier sombra. "Estas palabras resonaron en el corazón de Edgar. Decidió enfrentar su miedo y buscar esa luz interior de la que hablaba su mamá.

Esa misma tarde, reunió a sus amigos en el parque y les propuso explorar juntos una cueva misteriosa que se encontraba en las afueras del pueblo. "¡Vamos chicos! Juntos podemos descubrir cosas maravillosas incluso en los lugares más oscuros", exclamó Edgar con determinación.

Con linterna en mano y el apoyo incondicional de sus amigos, Edgar ingresó valientemente a la cueva. El eco de sus risas resonaba entre las paredes rocosas mientras descubrían estalactitas brillantes e insectos luminosos que habitaban aquel lugar fascinante.

Poco a poco, el miedo de Edgar fue desapareciendo ante la emoción de la aventura compartida con quienes más quería. Al salir de la cueva al anochecer, contemplaron maravillados cómo las estrellas iluminaban el cielo nocturno como pequeñas lucecitas titilantes. "Gracias chicos por ayudarme a superar mi miedo.

Ahora sé que incluso en la oscuridad hay belleza si sabemos mirar con valentía", expresó emocionado Edgar.

Desde ese día, Edgar comprendió que la verdadera luz no proviene del exterior sino del coraje y la amistad que llevamos dentro de nosotros mismos. Y así siguió viviendo nuevas aventuras sin temerle ya nunca más a la oscuridad.

FIN.

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