La Luz Interior


Había una vez un pequeño niño llamado Tomás, quien tenía miedo de la oscuridad. Cada noche, cuando llegaba la hora de ir a dormir, su habitación se convertía en un lugar lleno de sombras misteriosas que le asustaban.

Tomás intentaba cerrar los ojos y pensar en cosas felices, pero los ruidos extraños y las figuras tenebrosas que parecían moverse por su habitación lo mantenían despierto. Estaba cansado de no poder conciliar el sueño tranquilamente.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos Martín y Sofía, Tomás les contó sobre sus miedos nocturnos.

Martín era valiente y siempre trataba de ayudar a sus amigos, así que tuvo una idea para ayudar a Tomás a superar su temor. "¡Tomás! Tengo algo especial para ti", exclamó Martín emocionado. "¿Qué es?", preguntó Tomás intrigado. "Es un amuleto mágico que te protegerá de todos tus miedos nocturnos", respondió Martín mostrando una piedra brillante.

Martín explicó que esa piedra había sido encontrada por su abuelo durante uno de sus viajes alrededor del mundo. Según su abuelo, tenía poderes especiales para alejar cualquier cosa negativa o espantosa.

Tomás aceptó el amuleto con entusiasmo y prometió llevarlo todas las noches antes de acostarse. Esa misma noche, siguiendo el consejo de Martín, colocó la piedra debajo de su almohada antes de irse a dormir.

Al principio, Tomás aún sentía un poco de miedo cuando apagó la luz, pero al recordar el amuleto mágico que tenía cerca, se sintió más tranquilo. Cerró los ojos y comenzó a imaginar cosas bonitas y divertidas. De repente, mientras Tomás estaba sumergido en sus pensamientos felices, escuchó un ruido extraño proveniente del armario.

Su corazón comenzó a latir rápidamente y se aferró al amuleto con fuerza. "Tranquilo, Tomás", se dijo a sí mismo en voz baja. "El amuleto me protegerá".

Con cada ruido que escuchaba, Tomás repetía esa frase una y otra vez hasta que finalmente logró quedarse dormido. Al día siguiente, le contó emocionado a Martín cómo el amuleto había funcionado. Los días pasaron y Tomás continuaba usando su amuleto todas las noches.

Poco a poco, su miedo a la oscuridad fue desapareciendo por completo. Ya no necesitaba tener el amuleto debajo de la almohada para sentirse seguro.

Un día, mientras jugaban en el parque nuevamente, Sofía preguntó curiosa:"Tomás ¿qué harías si perdieras tu amuleto?"Tomás sonrió confiado y respondió:"Ya no necesito mi amuleto para enfrentar mis miedos nocturnos porque he aprendido algo muy importante: los miedos solo existen en nuestra imaginación". Martín asintió con orgullo mientras Sofía aplaudía emocionada.

Juntos comprendieron que todos tenemos miedos alguna vez en nuestras vidas, pero es importante recordar que somos más fuertes de lo que creemos. Desde ese día, Tomás nunca volvió a temerle a la oscuridad.

Ahora, cada noche antes de dormir, cerraba los ojos y se imaginaba en un lugar lleno de colores y risas, sin importar las sombras que pudieran aparecer.

Dirección del Cuentito copiada!