La luz que brillaba al anochecer
Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Brillavía, donde cada madrugada el sol despertaba el día con su luz dorada. Sin embargo, lo especial de Brillavía era lo que sucedía por la noche: al caer el sol, una mágica luz resplandecía en el horizonte, ilustrando el cielo de colores y dibujando formas que dejaban a los habitantes sin aliento.
Una niña llamada Lila, con una curiosidad infinita, se enamoraba cada noche de aquel espectáculo. "¿Por qué la luz brilla al anochecer y no durante el día?" - se preguntaba siempre. Su abuela, una sabia mujer del pueblo, le decía:
"Querida Lila, esa luz es un regalo de los sueños que nos acompañan en las noches. Pero ten cuidado, no todos los sueños son simples de descifrar."
Una noche, Lila decidió aventurarse en la búsqueda del origen de aquella luz. Cargada con su linterna, salió de casa y siguió el camino que llevaba al bosque. Cada paso que daba la llenaba de emoción y un poco de miedo. La luna brillaba con intensidad, iluminando su andar.
De pronto, en medio del bosque, se encontró con una criatura mágica llamada Lumo, que brillaba intensamente. Era un pequeño dragón que cuidaba la luz del anochecer.
"Hola, Lila. He estado esperándote. He notado tu curiosidad y tu deseo de entender. ¿Te gustaría saber de dónde proviene la luz?" - dijo Lumo.
"¡Sí!" - respondía Lila entusiasmada.
Lumo la llevó a una cueva llena de cristales relucientes y mágicos. Cada cristal parecía contar una historia de confort, alegría o incluso aventura. Pero uno de ellos, el más grande y brillante, parecía tener un brillo diferente.
"Este es el cristal de los sueños perdidos. Cada vez que alguien deja un sueño olvidado, este cristal brilla un poco más. La luz que ves en el cielo es un reflejo de esos sueños. Pero cuidado, si no cuidamos de ellos, pueden desvanecerse para siempre."
"¿Qué podemos hacer para cuidar los sueños?" - preguntó Lila, sintiendo la responsabilidad que conllevaba.
"Debemos recordar nuestros sueños, escribirlos, y compartirlos. Cada vez que alguien olvida un sueño, la luz se apaga un poco. Pero si todos en Brillavía trabajan juntos, la luz nunca dejará de brillar."
Lila, entusiasmada, prometió ayudar a cuidar los sueños del pueblo. Regresó a casa, despertó a su abuela y le contó todo. "Abuela, tenemos que hacer algo. Todos deben recordar sus sueños y compartirlos. ¡La luz necesita de nosotros!"
La abuela sonrió y, juntas, idearon un plan. Esa misma noche, invitaron a todos los pobladores a reunirse en la plaza. Lila se puso al frente y, con voz clara, dijo:
"¡Amigos y vecinos! Esta noche, compartiremos nuestros sueños. Cada uno de nosotros les dará vida y protegerá la luz del anochecer. ¡Dejemos que brille más fuerte que nunca!"
Los habitantes se miraban entre sí, algunos dudando, pero pronto empezaron a contar sus sueños. Había sueños de aventuras en el mar, de un mundo en paz, de un pueblo donde nadie estuviera solo.
Mientras compartían, la luz en el horizonte comenzó a brillar con más fuerza, llenando sus corazones de alegría y esperanza. Lumo, desde el bosque, sonreía al ver que la luz del anochecer cobraba vida a través de los sueños compartidos.
Desde entonces, en Brillavía, cada noche se celebraba el "Festival de los Sueños", un evento donde todos contaban sus sueños y cuidaban de la luz especial que iluminaba el cielo. La gente comprendió que cada sueño era valioso, y que al compartirlo se unían como comunidad.
Y así, Lila y los habitantes de Brillavía aprendieron que nunca hay que dejar de soñar y que la luz siempre brillará mientras haya corazones dispuestos a dejar sus sueños volar.
FIN.