La Maestra Diamantina y el Secreto de la Diversión



Era un día soleado en la Escuela Primaria Arcoíris cuando los chicos de cuarto grado se encontraron en su aula, listos para recibir a la Maestra Diamantina. A simple vista, la maestra parecía un tanto peculiar. Bajita, con lentes grandes que se deslizaban por su nariz, y un estilo a rayas que parecía de otra época. Pero lo que más llamaba la atención era su personalidad: a veces parecía un poco aburrida e incluso un poco mala.

"¡Silencio, clase!" dijo la Maestra Diamantina con una voz firme, aunque cariñosa. "Hoy vamos a aprender sobre los animales de la selva. Pero primero, ¿quién sabe cuál es el animal más grande?"

"Yo sé, yo sé! ¡El elefante!" gritó Lauti, moviendo su mano como si estuviera en un concurso.

"Correcto, Lauti, ¡bravo!" dijo la maestra, mientras le lanzaba un lápiz de colores como premio. Sin embargo, al ver la reacción alborotada de los demás chicos, añadió: "Pero más despacio, por favor, este lugar es una jungla, no un circo."

Mientras la clase continuaba, los niños comenzaron a notar algo curioso. A medida que la Maestra Diamantina les contaba sobre la selva, sus ojos brillaban tras aquellos lentes grandes. "Es cierto, doña Diamantina, ¡es muy divertida cuando habla de los animales!" susurró Sofi a su amiga Clara.

Pero aún así, había un aire de confusión cuando la maestra empezó a jugar con ellos.

"¡Hagamos como si fuéramos a un safari!" dijo con entusiasmo. "Formen grupos de tres y hagan el sonido de su animal favorito de la selva".

Y así se armó el alboroto. Los chicos se empujaban y reían al escuchar a Lucas imitar el rugido de un león y a Valen aullando como un mono. La clase, que parecía aburrida al principio, se tornó en un torbellino de risas y sonidos.

"La clase está un poco ruidosa, ¿no?" dijo Juli, mientras trataba de contener la risa.

"Sí, pero ¡es muy divertido!" contestó Sofi mientras imitaba el sonido de un tucán. La Maestra Diamantina sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo.

Luego de que la actividad terminó, la maestra pidió a los alumnos que se sentaran. "Me alegro de que se diviertan, chicos. Aprender no siempre tiene que ser aburrido. La paciencia y el amor son importantes, y si podemos jugar mientras aprendemos, mejor aún".

A pesar de su carácter peculiar, la Maestra Diamantina realmente disfrutaba enseñar, y sus métodos sorprendían a los perezosos junto a los traviesos. Sin embargo, cada día sentía que había algo más que podía aportar.

Un día, mientras organizaban un proyecto grupal, la maestra comenzó a observar a algunos niños aislados, ajenos al ruido y la diversión. Se le ocurrió una idea. "Chicos, ¿qué les parece si hacemos un concurso de ‘La Selva Mágica’ donde todos deben participar, incluyendo a quienes no siempre se animan a hablar?" propuso.

"¿Cómo sería eso?" preguntó Lauti.

"Simple. Cada grupo elegirá un animal y no solo lo representarán, sino que también harán una presentación artística o una historia sobre él. No importa si son tímidos, ¡todos pueden participar a su manera!" respondió la maestra, con una sonrisa coqueta.

Los niños escupieron ideas y empezaron a crear escenarios. Valen se disfrazó de mono y Marcos hizo un gran mural de la selva. Aún los tímidos comenzaron a involucrarse creando su propia historia.

El día del concurso llegó y, para sorpresa de todos, los chicos que solían ser más reservados se destacaron. "¡Miren cómo habla Clara sobre los perezosos!" gritaron algunos compañeros. La Maestra Diamantina, con lágrimas de alegría en los ojos, exclamó: "Esto es fabuloso, cada uno lo está haciendo increíble".

El ruido y el alboroto de la clase fueron sustituidos por el aplauso y los gritos de emoción. Al finalizar el concurso, la maestra afirmó: "Recordemos que en la selva, cada animal tiene su propio ritmo, y eso es lo que los hace maravillosos. No se trata de ser el más ruidoso o el más rápido, sino de encontrar la manera de brillar a su manera".

A partir de ese día, la Maestra Diamantina no solo enseñó sobre selvas, sino también sobre la inclusión, el amor, la paciencia y la importancia de darles voz a todos. Nunca se sintió más satisfecha al ver cómo, bajo su cuidado, sus alumnos aprendieron a ser valientes y a disfrutar de su propio rugido en el mundo.

Y así, la maestra que parecía aburrida, se convirtió en la favorita de todos, demostrando que a veces, lo que se ve a simple vista no es más que una parte de una historia mucho más rica y colorida.

FIN.

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