La maestra en la nube
Había una vez en un pequeño pueblo, una maestra llamada Valentina. Todos los niños adoraban sus clases llenas de risas y aprendizajes. Pero un día, Valentina se sintió muy mal y tuvo que faltar a la escuela. No podía caminar y estaba triste por no estar con sus alumnos.
Cuando los niños llegaron al aula, notaron que Valentina no estaba. "¿Dónde está la maestra Valentina?" - preguntó Tomás, el más curioso de todos.
"No sé, pero extraño su sonrisa" - respondió Sofía.
"Deberíamos hacer algo para que se sienta mejor" - sugirió Juan, el más aventurero del grupo.
Entonces, Sofía tuvo una idea brillante. "¿Y si hacemos una sorpresa para ella?" - propuso emocionada.
"¡Sí!" - gritaron todos al unísono.
Los niños decidieron escribirle cartas. Se pusieron a trabajar: cada uno escribió lo que más le gustaba de Valentina y cómo la extrañaban. Tomás empezó su carta diciendo: "Querida Valentina, tus historias sobre los animales son las mejores, me hacen soñar. Espero que te recuperes pronto".
Mientras escribían, se dieron cuenta de que Valentina siempre les enseñaba a valorar las cosas simples de la vida. "Gracias a ella aprendí a dibujar" - comentó Juan, quien estaba armando un dibujo grande y colorido de un soleado día en el parque.
"Y yo aprendí a hacer amigos" - añadió Sofía, mientras decoraba su carta con dibujos de corazones.
Una vez que terminaron sus cartas, decidieron organizar un espectáculo en el parque del pueblo para alegrar a Valentina. El día del espectáculo, los niños invitaron a todos a participar.
"¡Es un día especial para la maestra Valentina!" - anunció Juan con voz enérgica.
"Vamos a mostrarle cuánto la queremos" - agregó Sofía, mientras todos se animaban.
Cuando el sol comenzó a ponerse, los padres de los niños ayudaron a llevar a Valentina en una silla de ruedas. Al llegar al parque, los niños la sorprendieron con un gran cartel que decía: “¡Te extrañamos, Valentina! ”
Valentina se emocionó tanto que sus ojos brillaron. "No puedo creer lo que han hecho por mí" - dijo, mientras las lágrimas de felicidad caían por sus mejillas.
Los niños se levantaron y comenzaron a recitar sus cartas. "Querida Valentina, te queremos mucho y te esperamos en clase" - decía Sofía en voz alta, y todos aplaudieron. Entonces, Juan mostró su enorme dibujo de una soleada mañana en la escuela. "Este es un recuerdo de todos nosotros juntos, tal como queremos que sea siempre".
Valentina, con el corazón lleno de alegría, pensó en cómo esos pequeños gestos significaban tanto en la vida. "Ustedes son los mejores alumnos que una maestra podría desear. Mi corazón ya está un poco mejor sólo por estar aquí con ustedes" - les respondió.
Luego, Valentina les dijo que aunque no podía caminar, siempre encontraría maneras de estar presente. "La distancia no puede quitar la magia de lo que compartimos" - les aseguró.
Desde ese día, Valentina comenzó a dar sus clases desde su casa, usando videollamadas. Así, los niños nunca la olvidaron y ella siempre les recordaría que el amor y la amistad son más fuertes que cualquier obstáculo.
Y así, el pequeño pueblo se llenó de risas y aprendizajes, mostrando que el verdadero poder está en el corazón, no en las piernas. Como Valentina siempre decía: "Por más que nos falte algo, nunca nos falta la pasión por aprender y enseñar".
Los niños aprendieron que incluso en los momentos difíciles, se pueden encontrar maneras de seguir compartiendo lo que más amamos. Y Valentina, con sus mapas, cuentos y risas, demostró que una maestra también puede volar en la nube de los sueños de sus estudiantes, sin importar las circunstancias.
Y así, todos siguieron adelante, sabiendo que el amor y el aprendizaje siempre encuentran la manera de brillar.
FIN.