La Maestra Estela y el Gran Festival de Colores



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una escuela de nivel inicial llamada 'Los Arcoíris'. Allí, la maestra Estela era querida por todos. Con su cabello rizado y una sonrisa que iluminaba hasta el día más gris, Estela hacía que cada jornada en el aula fuera especial.

Un día, a Estela se le ocurrió organizar un Gran Festival de Colores, donde cada niño podría mostrar sus habilidades artísticas. De inmediato, todos los niños se entusiasmaron.

"¡Quiero pintar un sol gigante!" - gritó Mateo, brincando de emoción.

"Yo haré una lluvia de estrellas" - dijo Valentina, mientras dibujaba en el aire.

"Y yo haré un arcoíris enorme con purpurina" - añadió Lucas, con los ojos brillantes.

Estela escuchaba todas las ideas con atención:

"¡Me encanta escuchar sus propuestas! Cada uno de ustedes tiene un talento especial que podemos mostrar en el festival."

Con el tiempo, los alumnos comenzaron a trabajar en sus proyectos. Pero un día, alguien se acercó a Estela con una expresión preocupada.

"Señorita Estela, no sé qué hacer..." - dijo Luciana, con la voz temblorosa.

"¿Por qué, Luci?" - preguntó Estela, agachándose para mirarla a los ojos.

"No sé dibujar tan bonito como los demás."

"Todos somos diferentes, Luci. Tal vez podrías hacer una escultura con arcilla. El arte también puede ser tres dimensiones, ¡y tú serías excelente en eso!"

Estela le dio ánimo y entonces Luciana comenzó a crear.

El día del festival llegó y el aula se llenó de risas y colores. Los padres de los niños llegaron ansiosos para ver las obras de arte. El aula se transformó en un mundo de creatividad.

"¡Miren el sol gigante de Mateo!" - exclamó una mamá, mientras todos aplaudían.

"Y las estrellas de Valentina son mágicas" - añadió otro padre.

Pero cuando llegó el turno de Luciana, ella se sintió nerviosa. Su escultura, un hermoso árbol con frutas y hojas verdes, estaba expuesta en una mesa.

"Luci, ¡muéstrales tu árbol!" - le susurró Estela, sonriendo.

"No sé…" - respondió Luciana, casi en un susurro.

"Recuerda que cada arte es único, como tú. ¡Déjalos asombrar!" - insistió Estela.

Entonces, con mucha valentía, Luciana se subió a una pequeña tarima y, con voz firme, empezó a contar sobre su escultura:

"Hice un árbol, porque representa lo que somos. Las raíces son nuestras amistades, el tronco es el amor que nos une y las hojas son nuestros sueños. Cada color y forma es único, como nosotros."

El aula estalló en aplausos.

"¡Qué hermoso lo que dijiste, Luci!" se escuchó entre la multitud.

Finalmente, el Gran Festival de Colores fue un rotundo éxito, y todos aprendieron algo importante ese día. La diversidad y la creatividad eran lo que hacían cada proyecto especial.

"Gracias, señorita Estela, por ayudarnos a brillar" - dijo Lucas, abrazando a su maestra.

"No hice nada, solo les di un empujoncito. Ustedes son los verdaderos artistas" - contestó Estela, con lágrimas de emoción en sus ojos.

Desde aquel día, los niños entendieron que cada uno tiene un talento único que debe ser valorado. La maestra Estela, con su bondad y su inspiración, había hecho de 'Los Arcoíris' un lugar donde cada niño podía brillar a su manera.

FIN.

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