La maestra Ricitos de Oro
Había una vez una niña llamada Ricitos de Oro que vivía en un pequeño pueblo. A diferencia de los otros niños, Ricitos de Oro no iba a la escuela.
Pasaba sus días jugando en el bosque y explorando nuevos lugares. Un día, mientras caminaba por el bosque, Ricitos de Oro encontró un cartel que decía: "¡Escuela para todos! ¡Inscripciones abiertas!".
La curiosidad se apoderó de ella y decidió ir a ver qué era eso de la escuela. Al llegar, se encontró con la maestra, la señorita Canela. Era una mujer amable y cariñosa que le explicó a Ricitos de Oro lo maravilloso que era aprender cosas nuevas cada día.
Ricitos de Oro estaba emocionada y decidió quedarse en la escuela. Pronto hizo amigos con los demás niños y juntos aprendieron muchas cosas interesantes. Aprendieron matemáticas, ciencias naturales e incluso arte. Pero un día, algo inesperado sucedió.
La señorita Canela se enfermó y no podía venir a dar clases durante unos días. Los niños estaban tristes porque extrañaban a su maestra. Ricitos de Oro tuvo una idea brillante. Recordaba haber visto libros en el escritorio de la señorita Canela.
Decidió llevarlos a clase y enseñarle a sus amigos lo que había aprendido hasta ahora. "Chicos, hoy seré su maestra", dijo Ricitos de Oro con entusiasmo. Los demás niños dudaron al principio, pero luego decidieron darle una oportunidad.
Y así comenzaron las clases con Ricitos de Oro como maestra. Ricitos de Oro enseñó a sus amigos sobre los animales del bosque, cómo contar hasta diez y hasta les mostró algunos trucos de arte. Todos estaban emocionados y aprendieron mucho.
Pero mientras estaban en clase, escucharon un ruido extraño afuera. Salieron corriendo y descubrieron que la señorita Canela había regresado más temprano de su enfermedad. Estaba feliz de ver a los niños aprendiendo y divirtiéndose juntos.
"¡Oh, querida Ricitos de Oro! ¡Eres una verdadera líder!", exclamó la señorita Canela emocionada. Ricitos de Oro sonrió orgullosa y abrazó a su maestra.
A partir de ese día, Ricitos de Oro se convirtió en la ayudante especial de la señorita Canela. Juntas hicieron que las clases fueran aún más divertidas e interesantes para todos los niños.
Y así, Ricitos de Oro descubrió que ir a la escuela no solo era aprender cosas nuevas, sino también compartir conocimientos con sus amigos y ser parte importante del crecimiento colectivo. Desde entonces, cada mañana Ricitos de Oro iba felizmente a la escuela junto con sus amigos y su querida maestra.
Juntos vivieron muchas aventuras educativas que les ayudaron a convertirse en personas inteligentes y amigables. Y esa es la historia inspiradora de cómo Ricitos de Oro encontró un lugar especial para ella en el mundo escolar, demostrando que nunca es tarde para empezar a aprender y enseñar.
FIN.