La maestra Samanta y la creatividad de Edilma



En un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, se encontraba el Colegio Feizar, un lugar donde los niños aprendían y jugaban felices.

En este colegio trabajaba Edilma, una profesora muy querida por todos sus alumnos por su amor por la enseñanza y su creatividad para hacer las clases divertidas. Un día, llegó al colegio una nueva maestra llamada Samanta. Era muy estricta y no le gustaba que los niños jugaran en clase.

Los estudiantes estaban preocupados de que las cosas en el colegio cambiaran con la llegada de Samanta. Al principio, Samanta intentó imponer sus reglas sin escuchar a los demás, lo que causó tristeza entre los niños y descontento en sus compañeros docentes.

Edilma, viendo la situación, decidió hablar con Samanta para intentar ayudarla a comprender la importancia de combinar el aprendizaje con la diversión.

"Samanta, entiendo que tengas tus reglas, pero creo que si les das a los niños la oportunidad de jugar y ser creativos, aprenderán mucho más", le dijo Edilma amablemente.

Samanta no estaba convencida al principio, pero después de ver cómo Edilma enseñaba con alegría y cómo los niños disfrutaban aprendiendo con ella, comenzó a darse cuenta de que había otras formas de educar. Con el tiempo, Samanta empezó a relajarse un poco y permitió que los niños tuvieran momentos de recreación durante las clases.

Pronto se dio cuenta de que los resultados eran increíbles: los niños estaban más motivados, participativos y felices. Un día, durante una clase sobre matemáticas difíciles, Samanta decidió probar algo nuevo inspirada por Edilma. Les propuso a los niños resolver problemas mientras jugaban un juego divertido.

Para sorpresa de todos, ¡los niños lograron resolver todos los problemas rápidamente mientras se divertían!"¡Increíble! Nunca pensé que aprender matemáticas podía ser tan divertido", exclamaron emocionados los estudiantes.

Desde ese día en adelante, Samanta combinó su pasión por enseñar con la creatividad y diversión que había aprendido de Edilma. Los días en el Colegio Feizar se volvieron aún más especiales; cada niño disfrutaba aprendiendo cosas nuevas mientras se divertía junto a sus amiguitos.

Y así fue como Samanta descubrió que ser maestra no solo consiste en enseñar conocimientos académicos sino también en inspirar a sus alumnos para crecer felices y seguros de sí mismos.

Con la ayuda de Edilma y su amor por la enseñanza creativa, logró convertirse en una profesora admirada por todos en Villa Feliz.

FIN.

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