La Magia de Aprender con Blankita



Había una vez en el Colegio Adventista de Ibagué, un grupo de niños muy felices. Estaban emocionados porque habían aprendido a multiplicar y estaban listos para demostrarlo en la evaluación que les había preparado su profesora, Blankita.

El día de la evaluación llegó y los niños se encontraron en el aula con sus mesas dispuestas en forma de círculo. Estaban nerviosos pero confiados en que iban a hacerlo bien.

Blankita entró al salón con una sonrisa en su rostro y saludó a todos los niños. "¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a poner a prueba todo lo que hemos aprendido sobre las multiplicaciones", dijo Blankita emocionada. Los niños asintieron con entusiasmo mientras sacaban sus lápices y cuadernos.

La profesora comenzó la prueba, mostrando diferentes ejercicios en el pizarrón y los niños debían resolverlos rápidamente. Uno tras otro, los pequeños levantaban sus manos para entregar sus hojas con las respuestas.

A medida que avanzaba la evaluación, los rostros de los niños se iluminaban cada vez más, pues se dieron cuenta de lo bien que estaban resolviendo las multiplicaciones. Al finalizar la prueba, Blankita recogió todas las hojas y fue hacia su escritorio para corregirlas.

Mientras tanto, los niños esperaban ansiosos por saber cómo les había ido. Después de unos minutos interminables, Blankita volvió al frente del salón con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

"Chicos ¡han hecho un trabajo excepcional! Todos han obtenido una calificación perfecta en esta evaluación. Estoy muy orgullosa de ustedes", exclamó Blankita emocionada. Los niños se miraron unos a otros, sorprendidos y felices al escuchar las palabras de su profesora.

Saltaron de sus sillas y comenzaron a aplaudir y celebrar su éxito. "¡Lo logramos! ¡Somos los mejores en multiplicar!", gritaba uno de los niños emocionado. "¡Sí, somos unos genios matemáticos!", agregó otro niño entusiasmado.

La alegría llenaba el salón mientras los niños se abrazaban y compartían su emoción. Habían trabajado duro para aprender las multiplicaciones y ahora estaban cosechando los frutos de su esfuerzo. A partir de ese día, la confianza de los niños creció aún más.

Sabían que podían enfrentar cualquier desafío matemático que se les presentara. Y gracias a la dedicación y paciencia de Blankita, habían descubierto lo divertido que puede ser aprender nuevas habilidades. Desde entonces, cada clase con Blankita era una aventura emocionante llena de juegos y actividades educativas.

Los niños nunca dejaron de disfrutar aprendiendo porque sabían que siempre había algo nuevo por descubrir.

Y así, el Colegio Adventista de Ibagué se convirtió en un lugar donde los niños eran felices aprendiendo y sabiendo que podían alcanzar cualquier meta que se propusieran.

FIN.

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