La magia de compartir
Había una vez una niña llamada Lara que siempre se creía la dueña de la sala de juegos del jardín.
Desde que llegaba al parque, corría hacia la sala y decía: "Esta es mi sala de juegos, yo mando aquí". Los demás niños no sabían cómo tratarla porque ella siempre quería imponer su voluntad. Un día, los padres de Lara organizaron un picnic en el parque con todos sus amigos y familiares.
Cuando llegaron a la sala de juegos, Lara corrió hacia ella para reivindicar su lugar como dueña. Pero esta vez algo diferente ocurrió: había un niño nuevo en el grupo llamado Tomás. "Hola, ¿puedo jugar contigo?", preguntó Tomás a Lara.
—"No" , respondió ella tajante. "Esta es mi sala de juegos y solo yo puedo jugar aquí". Tomás estaba triste y no sabía qué hacer.
Fue entonces cuando otro niño llamado Pablo le dijo:"Ven conmigo, vamos a construir un castillo en el arenero". Tomás aceptó felizmente y comenzaron a construir juntos. Mientras tanto, Lara seguía jugando sola en la sala pero cada vez se sentía más aburrida.
De repente escuchó risas desde afuera y vio que los demás niños estaban divirtiéndose mucho construyendo el castillo en el arenero junto a Tomás. Lara comenzó a sentirse muy mal por haber sido tan egoísta e intransigente con los demás niños todo este tiempo.
Decidió salir de la sala y acercarse al grupo para pedirles disculpas por su comportamiento anterior. "Chicos, me di cuenta de que estuve equivocada. No puedo ser la dueña de todo y no es justo para ustedes. ¿Puedo unirme a su juego?", preguntó Lara tímidamente.
Los demás niños aceptaron felizmente y comenzaron a jugar juntos sin problemas.
Lara aprendió una gran lección ese día: que compartir y ser amable con los demás es mucho más divertido y gratificante que tratar de imponer su voluntad sobre ellos. A partir de ese día, se convirtió en una niña más feliz y querida por todos sus amigos del parque.
FIN.