La magia de dar


Tomás se encontraba sentado en el regazo de su abuelo, escuchando con atención cada palabra que salía de sus labios. Don Antonio tenía una mirada llena de ternura y sabiduría mientras comenzaba a contar una nueva historia.

"Hace mucho tiempo, en un lejano reino, vivía un joven llamado Mateo. Era un chico valiente y curioso que siempre estaba buscando aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque cercano al pueblo, se encontró con una extraña criatura.

""¿Cómo era la criatura, abuelo?", preguntó Tomás emocionado. "Era pequeña y peluda, con grandes ojos brillantes y alas transparentes como las del colibrí. Se llamaba Luna y tenía la capacidad de conceder deseos", respondió don Antonio.

Tomás imaginó cómo sería tener a Luna como amiga y poder pedirle cualquier deseo que quisiera. "Mateo decidió llevar a Luna al pueblo para mostrarla a todos sus amigos. Pero cuando llegaron al pueblo, algo extraño sucedió", continuó don Antonio.

El abuelo hizo una pausa dramática antes de continuar su relato. "Los habitantes del pueblo comenzaron a pelearse entre ellos por quién merecía los deseos de Luna. Todos querían tener lo mejor para sí mismos sin pensar en los demás.

"Tomás frunció el ceño ante esta revelación. No entendía por qué la gente no podía compartir los deseos de Luna y ser felices juntos.

Don Antonio notó la confusión en los ojos de su nieto y decidió explicarle el mensaje oculto detrás de la historia. "Tomás, esta historia nos enseña que los deseos y la felicidad no se encuentran en cosas materiales ni en tener más que los demás.

La verdadera felicidad se encuentra en compartir y ayudar a los demás. "Tomás reflexionó sobre las palabras de su abuelo y prometió llevar ese mensaje consigo. "Abuelo, ¿qué pasó con Mateo y Luna?", preguntó Tomás ansioso por conocer el desenlace de la historia. Don Antonio sonrió y continuó su relato.

"Mateo, al ver cómo la gente peleaba por los deseos, decidió devolver a Luna al bosque. Allí, ella volvió a ser libre y siguió concediendo deseos a todos aquellos que lo merecían, sin importar quiénes fueran.

"Tomás sintió una gran admiración por Mateo y aprendió una valiosa lección: no hay mayor regalo que el acto de dar. A partir de ese día, Tomás comenzó a buscar oportunidades para ayudar a los demás.

Ayudaba en casa sin que sus padres tuvieran que pedírselo, compartía sus juguetes con sus amigos e incluso llevaba comida a las personas necesitadas del pueblo.

La Navidad llegó finalmente al pequeño pueblo y Tomás tenía un brillo especial en sus ojos mientras celebraban junto a su familia. Sabía que el verdadero espíritu navideño era compartir amor y alegría con quienes lo rodeaban.

Y así, gracias a las historias mágicas de su abuelo don Antonio, Tomás descubrió el valor de la generosidad y la importancia de hacer felices a los demás. Desde aquel momento, cada Navidad se convirtió en una oportunidad para recordar y llevar a cabo el mensaje de compartir y ayudar.

Y así, el pequeño Tomás siguió creciendo con un corazón lleno de bondad y amor, llevando consigo la sabiduría de su abuelo. Fin.

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