La magia de Emma


Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Emma. Emma tenía 3 años y era muy curiosa y alegre. Le encantaba jugar con sus muñecas, cantar canciones alegres y sonreír todo el tiempo.

Una noche, mientras estaba acostada en su cama esperando que sus padres le contaran un cuento antes de dormir, se le ocurrió una idea brillante. Tomó su linterna favorita y la encendió.

"¡Ahora podré ver los cuentos como si estuviera en ellos!", pensó emocionada. Sus padres entraron en la habitación con una sonrisa y comenzaron a contarle un cuento sobre un valiente ratoncito que vivía aventuras emocionantes.

Emma sostenía su linterna cerca del libro para iluminar las páginas mientras escuchaba atentamente. Pero justo cuando el ratoncito estaba a punto de enfrentarse al malvado gato, algo extraño sucedió. La luz de la linterna comenzó a parpadear y luego se apagó por completo.

Emma se quedó sorprendida y triste porque no podía ver cómo terminaba la historia. "¿Qué pasó con mi linterna?", preguntó confundida. "No te preocupes, cariño", respondió su mamá tranquilamente.

"A veces las cosas pueden fallar, pero eso no significa que no podamos seguir disfrutando del cuento". Emma frunció el ceño pensativa mientras sus papás continuaban el relato sin necesidad de luz adicional.

A medida que escuchaba cada palabra e imaginaba las aventuras del ratoncito valiente, empezó a darse cuenta de algo importante. "¡Papá, mamá!", exclamó emocionada. "La linterna se apagó, pero aún puedo ver el cuento en mi cabeza". Sus padres sonrieron con orgullo y asintieron.

Emma había entendido una gran lección: no siempre necesitamos cosas materiales para disfrutar de la magia de los cuentos o la vida misma. A partir de ese día, Emma continuó creciendo y aprendiendo muchas cosas nuevas.

Descubrió que podía usar su imaginación para crear historias maravillosas y divertidas sin importar las circunstancias. Con el tiempo, Emma se convirtió en una talentosa escritora e ilustradora de libros infantiles. Sus historias eran tan inspiradoras que llenaban los corazones de los niños con alegría y esperanza.

Emma nunca olvidó esa noche mágica en la que la linterna se apagó, porque fue el momento en que descubrió el poder infinito de su propia mente y creatividad.

Y así, Emma siguió sonriendo, jugando con sus muñecas y cantando canciones alegres mientras compartía sus increíbles historias con el mundo entero. Porque sabía que no importaba si tenía una linterna o no, lo más importante era tener un corazón lleno de amor y un espíritu lleno de imaginación.

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