La Magia de Escuchar con los Ojos



Era un soleado día de octubre y Ana, una niña rubia de seis años, se preparaba para su primer día de clases en la escuela. Su mamá le peinó el cabello y le puso una diadema colorida que combinaba con su vestido. Ana miró su reflejo en el espejo con nerviosismo, pensando en lo que podría suceder en su primer día.

"Mamá, ¿y si nadie quiere jugar conmigo?", preguntó con un tono de preocupación.

"¡Claro que sí! Eres una niña maravillosa y seguro harás muchos amigos. Recuerda, puedes usar tus mushos (implantes) para escuchar y también puedes comunicarte con tus manos. Eso es muy especial", respondió su mamá, sonriendo.

Con cada paso que daba hacia la escuela, Ana sentía que su corazón latía más rápido. Al llegar, vio a muchos niños jugando y riendo. Se sintió un poco diferente y eso la asustaba. La maestra, la señorita Laura, la recibió con un abrazo y la llevó a su lugar.

A medida que transcurrían las horas, Ana sí notó que a los niños les interesaba su forma de comunicarse. Al final de la clase, intentó hacer una amistad con Clara, una nena que estaba jugando con una muñeca.

"¿Puedo jugar contigo?" dijo Ana con gestos, mostrando una gran sonrisa.

"¿Qué es eso?" preguntó Clara, al mirar a Ana con curiosidad.

Ana se sintió un poco triste porque no la entendían bien. Así que decidió hacer un esfuerzo adicional y, con sus implantes encendidos, dijo: "Soy Ana, me gustaría jugar contigo. ¡Mira, tengo una muñeca también!". Clara se quedó impresionada, pero intentó seguir hablando con ella.

"No sé qué decís. ¿Por qué no hablas como nosotros?", preguntó Clara, con una mirada de confusión.

Ana tomó aire, y a pesar de su nerviosismo, empezó a mostrarle movimiento de manos.

"Así puedo hablar con las manos, se llama lengua de signos". A los otros niños que miraban los impresionaron los movimientos fluidos de Ana.

Durante el recreo, Ana decidió que tenía que hacer algo diferente, algo que los demás entendieran.

"¿Quieren aprender a jugar?", preguntó, haciendo signos que intentaban imitar a los demás. Pero algunos niños sólo se reían y no prestaban atención. Sin embargo, a medida que días pasaron, más niños comenzaron a interesarse.

Una semana después, Ana decidió preparar algo especial. Juntó a todos y les dijo: "Voy a enseñarles cómo hablar con el corazón".

"¿Con el corazón? ¿Cómo es eso?", preguntó un niño llamado Tomás.

Ana sacó una hoja de papel y dibujó un gran corazón. Luego comenzó a mostrarles a todos, utilizando la lengua de signos, lo que significaba ser amable, escuchar con los ojos para entender las emociones de los demás y compartir palabras buenas sin hablar.

"Para escuchar con los ojos, debemos mirar a los demás y entender sus gestos y sonrisas", dijo mientras gesticulaba con entusiasmo. Los niños, poco a poco, comenzaron a practicar.

Pronto, la clase se convirtió en un gran grupo de amigos, todos riendo y mostrando lo que habían aprendido. Clara se acercó a Ana y le dijo:

"Lo que haces es hermoso. Ayer mientras escuchaba a los ojos, vi que a veces no es necesario escuchar con los oídos. Todos los sentimientos entran en el corazón".

Ana sonrió, sintiéndose por primera vez como parte de un grupo. La magia de escuchar con los ojos y hablar con el corazón hizo que todos se unieran.

Aquel año, Ana no solo hizo amigos, sino que también les mostró a todos que ser diferente no era un obstáculo, sino una oportunidad para ver la vida de otra manera. Y cada día en el recreo, los niños se sentaban juntos para jugar, aprender, y sobre todo, disfrutar de la belleza de la diversidad y la amistad.

A partir de ese día, Ana no solo escuchaba con sus ojos, sino que también hablaba con su corazón, y todos celebraban su singularidad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!