La Magia de Esperar



Había una vez un niño llamado Esperó, que vivía en una pequeña aldea rodeada de montañas y bosques.

Un día, mientras paseaba por el campo, se encontró con un anciano sabio que le dijo:"Esperó, los dioses vendrán a visitarnos muy pronto. Si te quedas tumbado en la tierra, podrás sentir su presencia". Esperó no podía creer lo que estaba escuchando.

¿Los dioses? ¿De verdad existían? Él había oído hablar de ellos en las historias que contaban los mayores del pueblo, pero nunca había visto pruebas de su existencia. "¿Cómo sé cuándo van a venir?" -preguntó Esperó al anciano. "Lo sabrás cuando sientas la brisa fresca en tu rostro y el sol caliente en tu piel.

Entonces sabrás que están cerca" -respondió el anciano antes de desaparecer entre los árboles. Desde ese día, Esperó decidió esperar pacientemente la llegada de los dioses.

Todos los días se tumbaba sobre la hierba y cerraba sus ojos tratando de concentrarse para sentir su presencia. Pasaron muchos días y nada pasaba. El sol brillaba fuerte en el cielo azul sin nubes y las hojas crujían bajo sus pies mientras caminaba por el campo.

Pero Esperó no perdía la esperanza: seguía tumbado todos los días esperando a ver si finalmente llegarían los dioses.

Un día, mientras descansaba bajo un gran árbol después de caminar durante horas, algo extraño ocurrió: sintió una ráfaga fría en su rostro y el sol pareció volverse más cálido de repente. Esperó abrió los ojos y vio un extraño resplandor en el horizonte. "¡Los dioses están aquí!" -exclamó emocionado.

Se levantó rápidamente y corrió hacia la aldea para contarles a todos lo que estaba sucediendo. Pero cuando llegó, encontró que nadie le creía. Todos pensaban que estaba loco por haber estado tumbado durante tanto tiempo esperando algo que nunca iba a suceder.

"No pierdas la fe, Esperó" -dijo una voz detrás de él. Era el anciano sabio que había hablado con él antes. Le explicó que los dioses no siempre se presentan de la forma en que uno espera, pero eso no significa que no estén allí.

"Mira a tu alrededor, Esperó. ¿No ves la belleza de este mundo? ¿No sientes el amor y la bondad de las personas a tu alrededor? Eso es lo que traen los dioses: alegría, felicidad y paz".

Esperó entendió entonces lo importante que era tener fe en algo más grande que uno mismo. Aprendió a valorar cada momento como si fuera único y especial.

Y aunque nunca volvió a sentir esa brisa fresca en su rostro ni vio un resplandor en el horizonte, supo encontrar la magia en las pequeñas cosas cotidianas. Así fue como Esperó descubrió la verdadera presencia divina: dentro de sí mismo y del mundo maravilloso creado por los dioses para nosotros disfrutarlo todos los días.

FIN.

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