La magia de la amabilidad en Villa Sonrisa



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Sonrisa, donde vivían muchos animalitos felices. En este lugar, todos los habitantes se llevaban muy bien y siempre buscaban formas de ayudarse unos a otros.

En el centro del pueblo, había un árbol mágico llamado Árbol Amistoso. Este árbol tenía la capacidad de otorgar amabilidad a quien lo rodeara.

Un día soleado, Lucas, un conejito muy curioso y aventurero, decidió explorar el bosque y descubrir si los rumores sobre el Árbol Amistoso eran ciertos. Lucas saltaba entre las flores mientras seguía el camino que lo llevaría al árbol mágico. De repente, escuchó un ruido proveniente de detrás de unos arbustos.

Al acercarse con cautela, encontró a Martín, un pajarito que parecía triste y desorientado. - ¡Hola! ¿Estás bien? -preguntó Lucas con voz suave y preocupada. Martín levantó la mirada sorprendido por la aparición del conejito. - No sé cómo volver a mi nido.

Me perdí volando por aquí y ahora no encuentro el camino de regreso -dijo Martín con lágrimas en sus ojos.

Sin dudarlo ni un segundo, Lucas utilizó su sentido de orientación para guiar a Martín hasta su nido en lo alto de un viejo roble. Juntos volaron entre las ramas hasta que finalmente llegaron al hogar del pequeño pájaro. - ¡Muchas gracias por tu amabilidad! Nunca olvidaré lo que hiciste por mí -exclamó Martín con alegría.

Lucas sonrió y sintió un calorcito en su corazón. Siguió su camino hacia el Árbol Amistoso, pero en el camino se encontró con Lola, una mariposa que tenía problemas para encontrar néctar. - ¡Hola! ¿Puedo ayudarte en algo? -preguntó Lucas amablemente.

Lola explicó que sus alas estaban lastimadas y no podía volar lo suficientemente alto para alcanzar las flores más dulces. Sin pensarlo dos veces, Lucas le ofreció llevarla sobre su espalda hasta las flores más hermosas del jardín.

Juntos disfrutaron de la belleza de las flores mientras Lola saboreaba cada gota de néctar. - ¡Eres un verdadero amigo! Gracias por tu bondad -dijo Lola emocionada antes de despedirse.

Lucas continuó su camino hacia el Árbol Amistoso y finalmente lo encontró en medio de un claro. El árbol era majestuoso, con hojas brillantes y ramas extendidas como abrazos listos para dar.

Sin embargo, cuando Lucas se acercó al árbol, notó que estaba rodeado por otros animales que también buscaban recibir la amabilidad del árbol mágico. Había una ardilla perdida, un ratoncito asustado y hasta una tortuga cansada de caminar despacio.

Entonces Lucas comprendió algo importante: todos necesitamos ayuda a veces y ser amables puede hacer una gran diferencia en la vida de los demás. Decidió esperar pacientemente a que todos recibieran su dosis de amabilidad antes de pedirle al Árbol Amistoso que lo ayudara.

Después de un tiempo, el árbol se acercó a Lucas y le otorgó una pequeña semilla. Le explicó que esa semilla era un recordatorio para seguir siendo amable con los demás y que, al plantarla en su corazón, siempre tendría la capacidad de hacer el bien.

Lucas regresó a Villa Sonrisa con su semilla mágica y compartió su historia con todos los habitantes del pueblo. A partir de ese día, todos aprendieron la importancia de ser amables entre sí y juntos construyeron una comunidad aún más cálida y solidaria.

Y así fue como Lucas descubrió que ser amable con los demás no solo hace felices a quienes reciben esa bondad, sino también a uno mismo.

Y desde entonces, Villa Sonrisa se convirtió en un lugar donde la amabilidad florecía como las hermosas flores del jardín.

FIN.

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