La Magia de la Amistad
En un pequeño pueblo de Argentina, vivía una dulce niña llamada Jimena. Era una persona muy curiosa y siempre soñaba con aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque detrás de su casa, se encontró con un chico de su edad, Fabricio, que estaba haciendo una pequeña fogata para asar malvaviscos.
"Hola, ¿te puedo ayudar con eso?" - preguntó Jimena, emocionada de conocer a alguien nuevo.
"¡Claro! Siempre es más divertido compartirlo con alguien. Mi nombre es Fabricio." - respondió él, sonriendo.
Desde ese día, Jimena y Fabricio se convirtieron en inseparables. Juntos exploraban el bosque, jugaban a ser piratas, y hasta crearon un club secreto donde guardaban todos sus tesoros: piedras brillantes, hojas de diferentes formas y hasta un caracol que encontraron un día.
Un día, mientras estaban en su club secreto, Jimena se dio cuenta de que le gustaba mucho Fabricio. Se sentía muy feliz a su lado. Sin embargo, también sentía un nervio extraño en su pancita cada vez que pensaba en decirle lo que sentía.
"Fabricio, ¿qué harías si un día te dijeran que tenés que mudarte a otra ciudad?" - preguntó ella, intentando sondear sus sentimientos.
"No lo sé, creo que me pondría muy triste. Me gusta mucho este lugar y pasar tiempo con mis amigos, especialmente contigo, Jimena." - respondió Fabricio, mirando el cielo mientras pensaba en la respuesta.
Jimena sintió un corto circuito en su corazón. Tal vez, solo tal vez, Fabricio sentía lo mismo. Pero aún así, decidió callar y disfrutar de su amistad.
Un día, la madre de Fabricio le contó que pronto se mudaría a una ciudad lejana por razones de trabajo. Fabricio estaba devastado. Jimena decidió que no podía quedarse callada. Tenía que mostrarle lo importante que era su amistad.
"Fabricio, no importa a dónde vayas. Siempre seremos amigos y podremos seguir comunicándonos. Además, podrías volver a visitarme en vacaciones, ¿no?" - dijo Jimena, con una sonrisa energética.
"¡Eso es verdad! La amistad puede atravesar cualquier distancia. Pero..." - su voz comenzó a temblar "No puedo imaginar que no podamos jugar juntos todos los días."
Jimena vio las lágrimas en los ojos de Fabricio y, por primera vez, se armó de valor.
"Fabricio, hay algo que quiero que sepas: nuestra amistad significa mucho para mí. A veces, siento algo más que amistad y creo que eso es especial." - le confesó, sintiéndose más fuerte.
"Yo también siento algo especial por vos, Jimena. Me gusta cuando estamos juntos. Pero no quiero que nuestra amistad cambie. No quiero perderte.” - comentó Fabricio, tratando de asimilar todo.
Jimena pensó un momento. Sabía que su amistad era fuerte y que, aunque se separaran físicamente, siempre tendrían esos momentos mágicos que vivieron juntos.
"No tiene que cambiar. Podemos vivir nuevas aventuras y crear recuerdos desde la distancia. Lo importante es que siempre nos apoyemos el uno al otro, sea donde sea que estemos." - dijo Jimena, con determinación.
Fabricio sonrió, sintiendo una oleada de tranquilidad. Entonces, alzó la vista y dijo:
"¡Hagamos una promesa! Siempre seremos amigos, pase lo que pase. Y siempre compartiremos nuestras aventuras, aunque sea a través de cartas y videollamadas."
"¡Es una promesa!" - asintió Jimena, feliz de que su amistad nunca se desvanecería.
El día de la mudanza llegó, y aunque ambos estaban tristes, sabían que estaban listos para vivir la vida y seguir creciendo. Se despidieron en el bosque, donde todo había comenzado.
"Nos vemos pronto, amigo. ¡No te olvides de la fogata con malvaviscos!" - gritó Jimena, agitando su mano.
"¡Nunca! Te prometo que volveré, Jimena. ¡Nuestro club secreto siempre será nuestro lugar!" - respondió Fabricio, sonriendo.
Y así, aunque sus caminos tomaron direcciones diferentes, Jimena y Fabricio mantuvieron su amistad a través de cartas llenas de nuevas historias, fotos de sus aventuras en lugares separados y promesas de que su vínculo nunca se rompería. Aprendieron que el amor verdadero no necesita estar en la misma ciudad, y que las amistades pueden resistir el paso del tiempo y la distancia.
Fin.
FIN.