La magia de la armonía



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un coro muy especial. Los coristas eran niños talentosos que amaban cantar y compartir su música con todos.

Entre ellos se encontraba Tomás, un niño con una voz maravillosa y mucha pasión por la música. Un día, mientras ensayaban para su próxima presentación, Tomás tuvo una pelea con sus compañeros de canto. Estaban discutiendo sobre quién debía cantar el solo en la canción principal.

Todos querían tener esa oportunidad especial y los ánimos se caldearon rápidamente. "¡Yo debería ser el solista!", dijo Tomás enfadado. "¡No! ¡Yo soy el mejor!", respondió Martín desafiante. "¡Están locos! ¡Claramente soy yo quien tiene la mejor voz!", intervino Sofía.

La discusión fue subiendo de tono hasta que finalmente decidieron separarse y ensayar por su cuenta. Cada uno se fue a su casa frustrado y triste por lo ocurrido. Tomás pasó días sin hablarle a sus compañeros del coro.

Se sentía solo e infeliz sin poder compartir su amor por la música con ellos. Pero algo dentro de él le decía que eso no estaba bien, que necesitaba encontrar una solución.

Un día, mientras caminaba por el parque pensando en cómo arreglar las cosas, escuchó una melodía hermosa proveniente de una fuente cercana. Al acercarse descubrió a un anciano tocando un piano y cantando con mucho sentimiento.

Fascinado por aquella interpretación tan emotiva, Tomás decidió acercarse al anciano después de que terminara de tocar. Le contó sobre su pelea con sus compañeros de coro y cómo se sentía tan triste por ello. El anciano, llamado Don Carlos, escuchó atentamente la historia y sonrió comprensivamente.

Luego le dijo a Tomás: "La música es algo hermoso que puede unir a las personas, pero también puede separarlas si no aprendemos a trabajar juntos".

Tomás asintió con tristeza y preguntó: "¿Cómo puedo arreglar las cosas? Ya no quiero estar peleado con mis amigos del coro". Don Carlos le dio un consejo sabio: "Cuando cantas en solitario, solo puedes alcanzar ciertas notas y emociones.

Pero cuando cantas en conjunto, cada voz se complementa entre sí, creando una melodía mágica". Tomás entendió el mensaje de Don Carlos y decidió ponerlo en práctica. Organizó una reunión con sus compañeros del coro y les pidió disculpas por su actitud egoísta. "Perdónenme por haberme comportado así", dijo Tomás avergonzado.

"También nosotros nos equivocamos", admitió Martín. "Somos mejores juntos que separados", agregó Sofía. Todos aceptaron las disculpas de corazón y decidieron volver a ensayar juntos.

Aprendieron la importancia de respetar los talentos individuales de cada uno y trabajar en equipo para lograr un resultado grandioso. Llegó el día de la presentación y el coro brilló como nunca antes. Sus voces se mezclaban armoniosamente, haciéndole sentir al público emociones que solo la música puede transmitir.

Desde aquel día, Tomás y sus compañeros de canto aprendieron a valorar y respetar la importancia del trabajo en equipo. Aprendieron que juntos podían lograr cosas maravillosas y que cada uno tenía un lugar especial en el coro.

Y así, el coro siguió cantando por muchos años más, llevando alegría y armonía a todos los corazones que escuchaban su música.

FIN.

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