La Magia de la Nochebuena de Ema



Había una vez una niña llamada Ema que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Ema siempre había amado la Navidad, pero lo que más le gustaba era la noche de Nochebuena. Esa noche, toda su familia se reunía en su casa, y la manera en que decoraban el hogar con luces brillantes y adornos coloridos llenaba su corazón de alegría.

Cada año, Ema y su mamá colgaban guirnaldas en la puerta y llenaban la casa de música navideña. Pero lo que más disfrutaba Ema era cuando llegaba la noche y encendían el árbol de Navidad. Las luces parpadeaban y Ema se perdía en su brillo, mientras soñaba con la llegada de Santa.

"Mamá, ¿crees que Santa ya se está preparando para venir?", preguntó Ema con los ojos llenos de ilusión.

"Claro, Ema. Santa está muy ocupado haciendo juguetes. Y ¿quién sabe? Tal vez este año tenga una sorpresita para vos", respondió su mamá con una sonrisa.

Un día, mientras ayudaba a su mamá a hacer galletitas de jengibre para dejarle a Santa, Ema se sintió inspirada. Pensó en cómo podía hacer de esta Nochebuena algo realmente especial. Así que decidió que este año, ella quería hacer algo diferente: ayudar a otros que no tenían la misma suerte.

"Mamá, ¿podemos hacer más galletitas y compartirlas con los vecinos?", propuso Ema de manera entusiasta.

"¡Esa es una idea maravillosa!", exclamó su mamá. "Además de dejarle las galletitas a Santa, podemos llevar alegría a otros".

Así, Ema y su mamá prepararon cientos de galletitas. Esa noche, mientras la casa estaba llena de risas y luces, llenaron una canasta con sus deliciosas creaciones y decidieron repartirlas entre los vecinos.

Al salir, Ema se encontró con su amigo Lucas.

"¿A dónde van con tantas galletitas?", preguntó Lucas intrigado.

"¡Vamos a compartirlas con los vecinos!", le contestó Ema emocionada. "Es Nochebuena y quiero que todos tengan algo rico para disfrutar".

Lucas sonrió y dijo:

"Es una gran idea, Ema. ¡Yo quiero ayudarte!".

Así que juntos, empezaron a tocar las puertas de sus vecinos, y cada vez que entregaban una galletita, las sonrisas eran contagiosas. Las familias se unían para disfrutar de un momento de alegría. Muchos les agradecían, algunos compartían historias y risas, y eso hizo que Ema se sintiera aún más feliz.

Sin embargo, al volver a casa, Ema se dio cuenta de que había olvidado su propia carta para Santa.

"¡Oh! ¡No puedo creerlo! ¿Y si Santa no sabe lo que quiero?", se preocupó Ema.

"No te preocupes, Ema. Siempre hay tiempo. ¿Por qué no escribes la carta ahora?", le sugirió su mamá.

Rápidamente, Ema escribió con su puño y letra una carta para Santa explicándole lo que le gustaría recibir, pero también hablando de su deseo de ayudar a los demás.

"Querido Santa, espero que estés bien. Este año no pido cosas solo para mí, sino también para quienes no tienen nada. Me gustaría que todos sintieran la alegría de la Navidad."

Entonces, corrieron a dejar la carta en el buzón. La noche continuó su curso, y Ema se acomodó en su cama, sintiendo que había hecho algo muy especial ese día.

Al día siguiente, Ema se despertó con un susurro en el aire. Fue al árbol de Navidad y encontró un regalo con su nombre. Desde su rincón miraba a Santa, pero no solo lo que había dejado, sino también lo que había crecido en su corazón: el deseo de compartir y ayudar a los demás. Abrió el regalo y encontró un libro lleno de historias de bondad y amistad.

"¡Mamá, mirá! Santa me trajo un libro sobre ayudar a otros. ¡Es perfecto!", exclamó Ema encantada.

"Creo que Santa vio lo que hiciste y cómo llenaste de alegría a los demás. A veces, el verdadero regalo de la Navidad es dar".

Esa Nochebuena, Ema entendió que compartir su amor y alegría hizo que su celebración fuera aún más mágica. Desde ese día, cada Navidad se convirtió en una razón más para seguir ayudando a otros, reflejando la verdadera esencia del espíritu navideño. Así, todos los años volvía a repetir su tradición de repartir alegría, las luces de Navidad brillaban más intensamente, y en su corazón siempre había un rincón especial para el amor y la generosidad.

Y así, Ema descubrió que lo que realmente importa en la vida es el amor y cómo nuestras pequeñas acciones pueden hacer del mundo un lugar mejor, especialmente durante la mágica época de Navidad.

FIN.

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