La Magia de la Servilleta
Había una vez en un pequeño pueblo argentino, un niño llamado Tomás. Tomás era un chico curioso que siempre llevaba con él una simple servilleta de color blanco. Nadie sabía que esa servilleta era mágica y que podía hacer aparecer cosas cada vez que él lo deseaba.
Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Tomás notó que uno de ellos, Lucas, estaba triste.
"¿Qué te pasa, Lucas?" - preguntó Tomás.
"Perdí mi pelota favorita y no puedo jugar sin ella" - respondió Lucas con un suspiro.
Tomás miró su servilleta y, aunque le dio un poco de miedo usar su magia, decidió probar.
"¡Servilleta mágica, por favor, trae de vuelta la pelota de Lucas!" - dijo con voz temblorosa.
Al instante, de la servilleta apareció una hermosa pelota roja y brillante, que aterrizó suavemente en el césped.
"¡Wow! ¡Es increíble!" - exclamó Lucas, llenándose de alegría.
Los amigos comenzaron a jugar, y todos estaban maravillados por el nuevo talento de Tomás. Pero, mientras jugaban, una niña llamada Sofía se les acercó. Ella estaba con un libro en la mano.
"¿Puedo jugar con ustedes?"
"Claro que sí, donde haya diversión hay lugar para todos" - respondió Tomás.
Sofía comenzó a leerles una historia sobre un dragón y un caballero.
Tomás le dijo:
"Sofía, me encantaría que tuvieses un dragón real para que lo veas volar" - en ese instante, recordó su servilleta.
"¡Servilleta mágica, trae un dragón!" - gritó, y de la servilleta surgió un pequeño dragón de papel que comenzó a volar alrededor de ellos.
"Es un dragón mágico de papel, como el de tu cuento, Sofía" - dijo emocionado.
Los niños rieron y aplaudieron, disfrutando del espectáculo. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el dragón de papel había comenzado a deshacerse, y no querían perderlo.
"¡Tomás, haz que se mantenga aquí!" - gritaron.
"No puedo, se está desvaneciendo porque no es real" - respondió Tomás con tristeza.
Entonces, Sofía tuvo una idea.
"Si hacemos un dibujo de un dragón en una hoja, y Tomás lo pide, tal vez tenga más poder" - sugirió.
Todos se pusieron a dibujar un dragón colorido y grande, llenando la hoja de alegría y colores.
"¡Servilleta mágica, trae a nuestro dragón!" - pidió Tomás con confianza.
Esta vez, al invocar a su amigo, apareció un dragón real y majestuoso que llenaba el cielo con su vuelo.
"¡Es increíble! ¡Es realmente un dragón!" - gritó Lucas.
Los niños sintieron un inmenso asombro, pero pronto se dieron cuenta de que el dragón necesitaba espacio para volar.
"Vamos a llevarlo al lago, allí puede jugar libremente" - sugirió Sofía.
Así que, todos juntos, llevaron al dragón volador hacia el lago, donde lo dejaron disfrutar del aire fresco y del agua.
Cuando el día llegó a su fin, estaban felices por la aventura que habían tenido, pero también comenzaron a entender que la verdadera magia no eran solo los objetos que podían aparecer, sino la amistad y la creatividad que habían compartido.
"¿No es genial que, además de jugar, podamos crear cosas juntos?" - dijo Sofía sonriendo.
"Sí, la verdadera magia está aquí con nosotros, en nuestras ideas y en la diversión de compartir" - agregó Tomás, mientras abrazaba su servilleta.
Desde ese día, Tomás y sus amigos decidieron usar la servilleta mágica no solo para hacer aparecer cosas, sino para inspirarse los unos a los otros a crear historias, dibujos y aventuras, convirtiendo cada día en una oportunidad para soñar y crear. Y así, entre risas y sorpresas, aprendieron que la verdadera magia se encuentra en la amistad, en la creatividad y en cómo compartimos momentos especiales.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.