La magia de las estaciones


Había una vez una niña llamada Jaia, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas cubiertas de nieve.

A Jaia le encantaba jugar al aire libre y siempre encontraba algo divertido que hacer bajo el sol brillante del verano. Pero llegó el invierno y todo cambió. El frío era intenso y la nieve lo cubría todo.

Jaia se sentía triste porque no podía salir a jugar como antes, ya que sus padres estaban preocupados por su seguridad. Una mañana, mientras miraba por la ventana con nostalgia, vio a unos niños jugando en el parque cercano. Se preguntó cómo era posible que ellos pudieran disfrutar del invierno mientras ella se quedaba adentro.

Decidida a encontrar una manera de divertirse en el invierno, Jaia buscó en su armario y encontró un viejo trineo que había pertenecido a su abuelo. Con entusiasmo, salió corriendo hacia el parque con su trineo en mano.

Al llegar al parque, notó que los niños estaban construyendo un muñeco de nieve gigante. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos. -¡Claro! -dijo uno de los niños-. Nos encantaría tener ayuda para terminar este muñeco de nieve.

Jaia se puso manos a la obra y juntos construyeron el muñeco más grande que jamás hubiera visto. Le pusieron una bufanda colorida alrededor del cuello y le dieron vida con dos botones como ojos brillantes.

Mientras admiraban su trabajo, otro niño sugirió que podrían hacer una competencia de trineos en la colina cercana. Todos estuvieron de acuerdo y se dirigieron hacia allí.

Jaia estaba emocionada por participar en la carrera de trineos, pero pronto se dio cuenta de que su viejo trineo no era tan rápido como los demás. Se sintió desanimada y pensó en rendirse.

Pero entonces recordó algo que su abuelo siempre le decía: "No importa si ganas o pierdes, lo importante es disfrutar mientras juegas". Con esa frase en mente, Jaia decidió seguir adelante y divertirse sin importar el resultado. Cuando llegó su turno, Jaia se subió a su trineo con valentía y bajó por la colina a toda velocidad.

Aunque no ganó la carrera, se divirtió muchísimo riendo y disfrutando del viento frío en su rostro. Al final del día, Jaia regresó a casa con una sonrisa en el rostro.

Había descubierto que incluso en el invierno había muchas formas diferentes de jugar y divertirse. A partir de ese día, Jaia no dejaba que el invierno la detuviera.

Ya sea construyendo muñecos de nieve, patinando sobre hielo o jugando al hockey con sus amigos, siempre encontraba algo emocionante para hacer. Y así fue como Jaia aprendió a amar el invierno y todas las aventuras que traía consigo. Descubrió que cada estación tenía algo especial para ofrecer y que solo dependía de ella aprovecharlo al máximo.

Desde entonces, cada vez que veía caer los primeros copos de nieve, Jaia no podía evitar sonreír y recordar todas las divertidas experiencias que había tenido en el invierno. Y así, continuó disfrutando de cada estación del año con alegría y entusiasmo.

Dirección del Cuentito copiada!