La magia de las estrellas en casa



Había una vez una niña llamada Martina, a quien le encantaba pasar tiempo en el campo junto a sus abuelos. Juntos disfrutaban de largas caminatas, reagarrando flores silvestres y observando a los animales que habitaban allí.

Pero lo que más les gustaba hacer era sentarse en el jardín por las noches y mirar la luna y las estrellas.

Martina siempre se maravillaba con la inmensidad del cielo nocturno, mientras sus abuelos le contaban historias sobre las constelaciones y los secretos del universo. Un día, Martina amaneció enferma. Tenía fiebre alta y se sentía muy débil. Sus abuelos se preocuparon mucho al verla así y decidieron llevarla al médico para que la examinaran.

El doctor les explicó que Martina tenía una gripe fuerte y necesitaría descansar durante unos días para recuperarse. Martina estaba triste porque sabía que no podría ir al campo como solían hacerlo.

Extrañaría los paseos por entre los árboles, el olor fresco de la hierba y sobre todo, esas mágicas noches bajo las estrellas junto a sus abuelos. Sus abuelos también estaban tristes al verla enferma. Sabían lo mucho que disfrutaba de aquellos momentos especiales en el campo.

Pero no querían dejarla sola en casa mientras ellos iban al campo sin ella. Fue entonces cuando tuvieron una idea brillante: podrían traer un pedacito del campo hasta su hogar para que Martina pudiera seguir disfrutando aunque estuviera enferma.

Esa misma tarde, sus abuelos recogieron flores y hojas de los árboles del campo. Llenaron jarrones con agua fresca y colocaron las flores en cada rincón de la casa, llenándola de colores y fragancias naturales.

"¡Mira, Martina! Trajimos el campo hasta aquí para que no te pierdas nada", exclamó su abuelo emocionado. Martina sonrió al ver todas las flores y se sintió un poco mejor. Pero aún le faltaba algo: las noches estrelladas.

Sus abuelos pensaron por un momento y luego trajeron una lámpara que proyectaba imágenes del cielo nocturno en el techo de su habitación. Era como si estuvieran mirando la luna y las estrellas desde el campo. "¿Te gusta, Martina?", preguntó su abuela con una sonrisa esperanzadora.

Martina asintió con entusiasmo mientras observaba el cielo iluminado encima de ella. Aunque estaba enferma, sabía que sus abuelos habían hecho todo lo posible para traerle un trocito del campo a su hogar.

Los días pasaron rápidamente y Martina poco a poco empezó a sentirse mejor. Sus abuelos la cuidaban con mucho amor, asegurándose de que descansara lo suficiente para sanar pronto. Finalmente, llegó el día en que Martina se recuperó por completo.

Estaba tan emocionada por volver al campo junto a sus abuelos que no podía contener la alegría en su corazón. Juntos volvieron a disfrutar de largas caminatas entre los árboles, reagarrando flores silvestres y observando a los animales.

Y por las noches, se sentaban en el jardín para mirar la luna y las estrellas, como solían hacerlo.

Martina aprendió una valiosa lección durante aquellos días de enfermedad: aunque las circunstancias cambien y enfrentemos dificultades, siempre podemos encontrar formas creativas de seguir disfrutando de lo que amamos. Y así fue como Martina, junto a sus abuelos, siguió explorando el campo y admirando el cielo nocturno, recordándose a sí misma que la magia está en todas partes si sabemos buscarla con el corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!