La magia de las palabras



Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo. A pesar de tener amigos y una familia amorosa, había algo que lo hacía sentir triste: no sabía leer.

Todos sus compañeros de clase leían cuentos maravillosos y él se sentía excluido. Un día, la maestra del colegio, la señorita Laura, notó la tristeza en los ojos de Tomás y decidió acercarse a él. Con ternura, le preguntó qué le pasaba.

"Señorita Laura, estoy muy triste porque no sé leer como mis amigos", respondió Tomás con voz bajita. La señorita Laura sonrió dulcemente y le dijo:"Tomás, cada uno tiene su propio ritmo para aprender cosas nuevas.

Estoy segura de que pronto podrás leer como tus amigos. ¿Te gustaría que te ayude?"Los ojos de Tomás se iluminaron al escuchar esas palabras llenas de esperanza. "¡Sí! Me encantaría aprender a leer", exclamó emocionado.

A partir de ese día, la señorita Laura dedicó tiempo extra para enseñarle a Tomás las letras y los sonidos que formaban las palabras. Juntos descubrieron el mundo mágico de los libros y las historias fascinantes que contenían.

Pero un día ocurrió algo inesperado: la señorita Laura enfermó y tuvo que dejar el colegio por un tiempo. Tomás se sintió desanimado nuevamente al pensar que ya no tendría a alguien quien lo ayudara a seguir aprendiendo.

Sin embargo, antes de irse, la maestra dejó una sorpresa para Tomás: una pequeña biblioteca con libros y un mensaje que decía: "Tomás, recuerda que siempre estaré contigo a través de las palabras. Sigue leyendo y aprendiendo".

Tomás se sintió triste por la partida de su maestra, pero al mismo tiempo se sintió motivado por el regalo que le había dejado. Desde ese día, dedicó cada tarde a leer los libros de la biblioteca.

Un día, mientras leía un cuento sobre aventuras en el mar, Tomás descubrió algo asombroso: ¡podía entender todas las palabras! Su corazón se llenó de alegría y corrió emocionado a contarle a sus padres lo que había logrado. "¡Mamá, papá! ¡Puedo leer!", gritó Tomás emocionado. Sus padres lo abrazaron con orgullo y felicidad.

Sabían lo mucho que había luchado por aprender a leer y estaban felices de verlo tan contento. A partir de ese momento, Tomás continuó explorando el mundo mágico de los libros.

Leyó cuentos fantásticos, historias llenas de aventuras y aprendió sobre diferentes culturas y lugares del mundo. Con el tiempo, no solo aprendió a leer sino también a escribir sus propias historias.

Y cuando llegaba alguien nuevo al colegio que no sabía leer como él antes, Tomás recordaba cómo se sentía y decidía ayudarlos con paciencia y amor. Así fue como el niño triste se convirtió en un niño feliz e inspirador para otros.

Y todo gracias al apoyo incondicional de su maestra Laura, quien le enseñó que nunca es tarde para aprender y que el mundo de los libros puede cambiar vidas. Y así, Tomás siguió leyendo y escribiendo, compartiendo su amor por la lectura con todos aquellos que lo necesitaban.

FIN.

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