La magia de las vacaciones de Irene



Había una vez una niña llamada Irene, que vivía en la ciudad y siempre estaba ocupada con la escuela y las actividades extracurriculares.

Pero este año, para los días santos, su familia decidió hacer algo diferente: irían al campo a pasar unos días juntos. Irene estaba emocionada por la idea de estar rodeada de naturaleza y poder disfrutar del aire fresco lejos del bullicio de la ciudad.

Así que empacaron todo lo necesario y partieron rumbo al campo en el auto de papá. Al llegar, se instalaron en una acogedora cabaña rodeada de árboles y flores silvestres. El aire puro y el sonido de los pájaros llenaban el ambiente, haciendo que Irene se sintiera feliz y relajada.

- ¡Qué lindo es esto! -exclamó Irene mientras corría por el jardín con su perro Toby. Durante esos días santos, la familia de Irene se dedicó a disfrutar de las pequeñas cosas.

Por las mañanas, iban a recorrer senderos en el bosque, descubriendo plantas y animales silvestres. Por las tardes, se reunían alrededor de una fogata para contar historias y asar malvaviscos. Una mañana, decidieron visitar un arroyo que quedaba cerca de la cabaña.

El agua cristalina fluía suavemente entre las rocas creando pequeñas cascadas. Irene no pudo resistirse y se quitó los zapatos para meter los pies en el agua fresca.

- ¡Esto es tan refrescante! -dijo Irene riendo mientras salpicaba agua a su hermanito menor. En otra ocasión, decidieron preparar chipas siguiendo una receta tradicional que les enseñó la abuela. Todos ayudaron a mezclar los ingredientes y dar forma a las bolitas antes de hornearlas en el horno de barro.

El delicioso aroma invadió la cabaña mientras esperaban ansiosos a que estuvieran listas. - ¡Están riquísimas! -exclamó papá después del primer bocado. Una tarde, decidieron hacer una caminata hasta lo alto de una colina para ver el atardecer.

El cielo se tiñó de tonos naranjas y rosados mientras el sol se escondía lentamente detrás del horizonte. - ¡Es como si el cielo estuviera pintado! -susurró Irene maravillada por la vista.

Llegó el día en que debían regresar a casa, pero Irene sabía que esos días en el campo quedarían grabados en su memoria para siempre. Aprendió a apreciar la belleza de la naturaleza, a disfrutar del tiempo en familia y a valorar las cosas simples de la vida.

Y así, con el corazón lleno de felicidad y gratitud, Irene regresó a casa lista para enfrentar nuevos desafíos con una nueva perspectiva gracias a esa experiencia inolvidable en el campo durante los días santos.

FIN.

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