La magia de Lunita


Había una vez, en un pequeño bosque encantado, un grupo de duendes que vivían felices y contentos. Todos los días se reunían alrededor de la luna para contar historias y jugar con sus juguetes encantados.

Estos juguetes tenían el poder de cobrar vida y eran el tesoro más preciado de los duendes. Uno de esos duendes era Lunita, una pequeña criatura llena de amor y alegría.

Siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos y a llenarlos con palabras amables. Lunita tenía un don especial para hacer sentir bien a los demás con solo pronunciar unas cuantas palabras mágicas.

Un día, mientras Lunita jugaba con sus amigos en el bosque, llegó un nuevo juguete encantado llamado Tristoncito. A diferencia del resto de los juguetes, Tristoncito había perdido su magia debido a varios desamores que había experimentado en su vida anterior como humano. Lunita se acercó a Tristoncito y le dijo: "No te preocupes, amigo.

Yo sé cómo devolverte tu magia". Y así comenzó a decirle palabras llenas de amor y esperanza. Poco a poco, Tristoncito empezó a brillar nuevamente hasta recuperar toda su magia.

A medida que pasaban los días, Lunita continuaba repartiendo palabras mágicas entre todos los habitantes del bosque: flores bailaban al ritmo del viento gracias a las hermosas palabras que les dedicaba; animales tímidos encontraban valentía cuando escuchaban las dulces frases de Lunita; incluso árboles marchitos volvían a florecer con las palabras llenas de amor que les regalaba.

Sin embargo, un día Lunita se dio cuenta de que sus palabras mágicas ya no tenían el mismo efecto en Tristoncito. El juguete encantado había vuelto a perder su brillo, y esta vez parecía aún más triste que antes.

Preocupada por su amigo, Lunita decidió buscar la ayuda de los demás duendes del bosque. Juntos idearon un plan para devolverle la magia a Tristoncito.

Decidieron organizar una gran fiesta sorpresa en honor al juguete encantado y llenarlo de palabras mágicas y amorosas. Cuando llegó el día de la fiesta, todos los habitantes del bosque se reunieron alrededor de Tristoncito para pronunciar palabras llenas de cariño y alegría.

Poco a poco, el juguete comenzó a brillar nuevamente hasta recuperar toda su magia perdida. Tristoncito comprendió entonces que las palabras mágicas no solo debían venir desde afuera, sino también desde adentro. Aprendió que él también tenía el poder de generar amor y alegría con sus propias palabras.

Desde aquel momento, Tristoncito se convirtió en uno de los juguetes más queridos del bosque encantado. Y junto a Lunita continuaron repartiendo palabras mágicas entre todos los seres vivos que habitaban allí.

Y así fue como gracias al amor, las palabras mágicas y la solidaridad entre amigos, el bosque encantado se llenó siempre de felicidad y alegría.

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