La magia de Martín
Había una vez un niño llamado Martín que iba al colegio en tercer grado. Martín era invidente y autista, lo cual hacía que percibiera el mundo de una manera muy distinta a sus compañeros.
A pesar de esto, siempre tenía una sonrisa en su rostro y muchas ganas de aprender y divertirse. Un día, la maestra del colegio anunció que habría un día especial en el que todos los niños podrían disfrutar de diferentes actividades divertidas.
Habría juegos, música y hasta un taller de cocina donde podrían hacer galletitas. Martín se emocionó mucho al escuchar esto, ya que le encantaba cocinar y saborear nuevos alimentos.
Sin embargo, también sentía cierta preocupación porque no sabía cómo podría participar en el taller siendo invidente. La maestra notó la expresión pensativa de Martín y se acercó a él con una gran sonrisa. "¿Qué te preocupa, Martín?", preguntó amablemente.
Martín explicó su preocupación sobre cómo podría participar en el taller sin poder ver los ingredientes ni las instrucciones escritas. La maestra reflexionó por un momento y luego tuvo una idea brillante.
"Martín", dijo la maestra entusiasmada, "¡vamos a encontrar una forma para que puedas disfrutar del taller junto con tus compañeros!". Al día siguiente, cuando llegaron al colegio, la maestra llevaba consigo varios ingredientes aromáticos como vainilla y canela. También había preparado grabaciones con las instrucciones para hacer las galletitas.
"- Martín", dijo la maestra emocionada mientras le entregaba una botella de vainilla, "este es el ingrediente principal para las galletitas. Quiero que lo huelas y me digas cómo crees que va a saber". Martín tomó la botella y la acercó a su nariz.
Inhaló profundamente y sonrió ampliamente. "- ¡Huele delicioso! Creo que las galletitas van a ser muy sabrosas", exclamó.
La maestra luego le colocó unos auriculares especiales a Martín para que pudiera escuchar las instrucciones grabadas mientras todos los demás seguían las indicaciones escritas. Con mucho cuidado, Martín siguió cada paso de la receta con entusiasmo. Amasó la masa con sus manos, sintiendo su textura pegajosa pero suave al mismo tiempo.
Luego, formó pequeñas bolitas y las aplastó sobre una bandeja. "- Maestra", dijo Martín emocionado mientras colocaba sus galletitas en el horno, "¡creo que están listas para hornear!".
Todos los niños esperaron ansiosos mientras el aroma delicioso de las galletitas se extendía por todo el salón. Cuando finalmente salieron del horno, Martín pudo sentir su calidez con sus manos y oler su dulce fragancia.
El momento más esperado había llegado: ¡era hora de probar las galletitas! Cada niño tomó una y comenzaron a morderlas con alegría. "- ¡Están riquísimas!", exclamaron todos al unísono. Martín sonrió felizmente al escuchar esto. A pesar de ser invidente y autista, había logrado disfrutar plenamente del taller de cocina junto con sus compañeros.
Desde ese día, Martín se dio cuenta de que su manera única de percibir el mundo no lo limitaba en absoluto. Siguió participando en actividades divertidas y siempre encontraba una forma creativa de disfrutarlas al máximo.
Y así, Martín demostró a todos que la diversidad es algo hermoso y que todos podemos encontrar nuestro lugar especial sin importar nuestras diferencias.
FIN.