La magia de nuestras caras



Había una vez en la Escuela Primaria "Arcoíris", donde los niños y niñas de diferentes culturas y razas se reunían para aprender juntos. En esa escuela, la diversidad era celebrada, el respeto era fundamental y la culturalidad se valoraba.

Un día, la maestra Ana propuso a sus alumnos un proyecto especial: trabajar los rasgos faciales de cada uno para conocer y apreciar las diferencias entre ellos.

Luly, un pequeño niño chino de 5 años, estaba emocionado por aprender más sobre sus compañeros marroquíes, españoles, gitanos y de otras nacionalidades. "¡Vamos a empezar con los ojos!", anunció la maestra Ana mientras mostraba dibujos de ojos grandes, pequeños, redondos y almendrados.

Los niños observaron atentamente y comenzaron a identificar cuáles eran similares a los suyos y cuáles eran diferentes. Luly notó que sus ojos rasgados eran distintos a los ojos grandes de Marta, una niña española. "¡Qué interesante! Todos somos únicos", exclamó Luly con entusiasmo.

La siguiente clase trabajaron en las formas de las narices. Algunos tenían narices rectas como la flecha mientras que otros tenían narices más anchas o respingadas.

Luly se dio cuenta de que su nariz pequeña era diferente a la nariz ancha de Amir, un niño marroquí. "¡Cada nariz tiene su propia historia!", comentó Luly sonriendo.

Conforme avanzaban en el proyecto, los niños descubrieron que aunque tenían rasgos faciales distintos, todos compartían algo en común: el deseo de ser aceptados tal como eran. Se ayudaban mutuamente a reconocer la belleza en la diversidad y a respetar las tradiciones y costumbres de cada uno.

Un día llegó al colegio Mateo, un nuevo alumno gitano que había vivido muchas experiencias diferentes a las del resto. Los niños lo recibieron con curiosidad pero también con cariño. Mateo les contó historias fascinantes sobre su cultura y les enseñó algunas palabras en romaní.

"En nuestra diversidad encontramos riqueza", reflexionó Mateo mientras compartía sus vivencias con el resto del grupo. Luly estaba encantado con todo lo que estaba aprendiendo en esa experiencia única junto a sus amigos tan diversos.

Había descubierto que no importaba cómo lucieran por fuera; lo realmente importante era cómo se trataban unos a otros desde el corazón. Al finalizar el proyecto facial, la maestra Ana organizó una exposición donde cada niño presentaba un autorretrato destacando sus rasgos faciales únicos.

Los padres asistieron orgullosos al evento y admiraron el trabajo realizado por sus hijos e hijas. Luly mostró su dibujo con alegría: unos ojos rasgados brillaban junto a una sonrisa radiante que reflejaba todo lo bueno que había aprendido durante ese tiempo especial en la Escuela Primaria "Arcoíris".

Y así, entre risas y abrazos llenos de cariño, los niños comprendieron que la verdadera belleza residía en la diversidad bien entendida y celebrada por todos.

FIN.

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