La Magia del Ávila
Era una noche estrellada en el Ávila, un lugar mágico donde los árboles parecían brillar con una luz especial. En la pequeña aldea, los niños esperaban con ansias la llegada de San Nicolás y de las sorpresas que traería. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina y había un aire de emoción que llenaba el corazón de todos.
Entre risas y canciones, se encontraban dos amigos inseparables: Mateo y Lili. Ellos eran conocidos por su curiosidad y por descubrir aventuras juntos.
"¡Mateo!", exclamó Lili con una sonrisa. "¿Crees que San Nicolás nos traerá algo especial este año?"
"¡Claro que sí!", respondió Mateo. "Pero creo que lo más importante de la Navidad es compartir con los demás, ¿no?"
Los chicos decidieron que, en lugar de pedir juguetes, querían hacer algo diferente. Juntos, idearon un plan para ayudar a los demás en su aldea.
"¡Vamos a recolectar alimentos para los que más lo necesitan!" propuso Lili.
"Sí! Podemos pedir a todos que traigan algo y luego lo llevamos al centro comunitario," sugirió Mateo emocionado.
Así, el par se puso a trabajar. Al día siguiente, fueron de casa en casa explicando su proyecto. Los aldeanos se entusiasmaron con la idea y comenzaron a traer alimentos y ropa.
"Estoy tan orgullosa de nosotros!", dijo Lili mientras llenaban cajas con todo lo recolectado.
"Sí, será la mejor Navidad de todas", respondió Mateo.
Sin embargo, a medida que se acercaba la noche de Navidad, Mateo y Lili notaron que aún faltaban muchos alimentos y que estaban un poco tristes.
"Quizás no lleguemos a nuestro objetivo...", murmuró Mateo.
"No te preocupes, amigo. San Nicolás puede hacer magia, ¡quizás él nos ayude!" dijo Lili, intentando animar a Mateo.
Decididos a hacer algo especial, idearon una última estrategia. Esa noche, encendieron sus linternas y se dirigieron al Ávila.
"Si San Nicolás ve que estamos haciendo algo por los demás, quizás él quiera ayudarnos," dijo Lili llena de esperanza.
Cuando llegaron al claro del bosque, comenzaron a cantar "Cancioncilla de Navidad, Lucero grande en el Ávila, ya viene San Nicolás". Con cada estrofa, la magia del lugar parecía aumentar. De repente, una brisa suave acarició sus rostros y, ante sus ojos, apareció un misterioso anciano con una larga barba blanca.
"¡Hola, pequeños!", dijo el anciano con una voz profunda. "He estado escuchando su canción y he visto todo lo que han hecho. Estoy aquí para ayudarles."
Mateo y Lili se miraron asombrados.
"¿De verdad, San Nicolás?", preguntó Mateo.
"Así es, he traído un poco de ayuda", respondió el anciano, y con un movimiento de su mano, hizo aparecer muchas cestas llenas de frutas, verduras y juguetes para los niños.
"Gracias, gracias!", exclamaron al unísono.
"Recuerden, el verdadero espíritu de la Navidad está en compartir y ayudar. Ahora, vayan y hagan una gran fiesta con todos los que han ayudado", dijo San Nicolás mientras se desvanecía.
Al llegar al centro comunitario, los aldeanos se alegraron al ver todas las contribuciones y, juntos, organizaron una gran cena en la plaza. Todos llevaron un plato para compartir y, mientras disfrutaban de la comida, Mateo y Lili se sintieron más felices que nunca.
"Este ha sido el mejor regalo de todos", dijo Lili al mirar a su alrededor.
"Sí, el regalo de la amistad y la unión", concluyó Mateo.
Esa noche, bajo la luz de las estrellas, el Ávila brilló más que nunca, lleno de alegría, camaradería y gratitud. Y así, el verdadero significado de la Navidad quedó grabado en los corazones de todos los habitantes de la aldea, con la promesa de que ayudar a los demás es el regalo más grande de todos.
FIN.