La magia del balneario
Había una vez dos hermanitas, Lucía y Valentina, que vivían en la ciudad y estaban siempre tristes. Pasaban todo el día pegadas a sus celulares, sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor.
Un día, su abuelita las invitó a pasar las vacaciones de verano en su casa cerca del mar. Las niñas aceptaron emocionadas y se fueron con ella al balneario.
Al llegar, quedaron admiradas por la belleza de las playas, el aroma del mar y la alegría de las personas. La abuelita les mostró un lugar especial donde solían ir cuando eran pequeñas: un rincón lleno de árboles frondosos y flores coloridas.
Les explicó que ese era su refugio para desconectar del mundo digital y conectarse con la naturaleza. Las hermanitas no entendieron muy bien qué quería decir la abuelita, pero decidieron darle una oportunidad. Dejaron sus celulares en casa y se adentraron en aquel mágico lugar.
"¡Wow! ¡Qué bonito es esto!", exclamó Lucía mientras admiraba los colores brillantes de las mariposas revoloteando entre las flores. "Sí, es como estar en otro mundo", respondió Valentina sonriendo. Las niñas comenzaron a explorar el bosquecillo juntas.
Se encontraron con ardillas juguetonas saltando entre los árboles y escucharon el canto melodioso de los pájaros. La abuela les enseñó cómo reconocer algunas plantas e incluso les mostró cómo hacer coronas de flores.
Días pasaron volando mientras disfrutaban del sol, la arena y el mar. Las hermanitas se dieron cuenta de que no necesitaban estar pegadas a sus celulares para ser felices. Descubrieron que había un mundo lleno de aventuras esperando ser explorado.
Una tarde, mientras caminaban por la playa, encontraron una tortuguita varada en la orilla. Lucía y Valentina se acercaron rápidamente y pidieron ayuda a su abuela. "¡Abuelita, tenemos que salvarla!", exclamó Lucía preocupada. "Sí, debemos llevarla al agua", agregó Valentina.
Con cuidado, tomaron a la pequeña tortuga entre sus manos y la llevaron hasta el mar. La liberaron en las olas y vieron cómo nadaba hacia su hogar natural.
Las niñas sonrieron con alegría al ver cómo habían ayudado a esa criatura indefensa. Comprendieron lo importante que era cuidar del medio ambiente y respetar a los seres vivos. Al finalizar las vacaciones, Lucía y Valentina regresaron a casa con una nueva perspectiva de vida.
Ya no pasaban tanto tiempo con sus celulares; preferían jugar al aire libre, leer libros y compartir momentos especiales en familia. La tristeza desapareció por completo de sus corazones gracias a la experiencia vivida junto a su abuelita en aquel balneario mágico.
A partir de ese momento, prometieron valorar cada instante sin depender tanto de la tecnología.
Y así fue como las hermanitas descubrieron que hay mucho más por disfrutar fuera de las pantallas electrónicas: el amor familiar, los amigos verdaderos y el asombroso mundo que nos rodea.
FIN.