La Magia del Barrio


En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un grupo de niños y niñas que asistían a un colegio en el que no había muchas oportunidades para divertirse. Los juegos eran limitados y la imaginación parecía estar apagada.

Sin embargo, todo cambió cuando llegó al parque del barrio un personaje curioso llamado Don Mago. Don Mago era un hombre mayor con una larga barba blanca y unos ojos llenos de misterio.

Vestía una capa negra y llevaba consigo una maleta llena de trucos mágicos. Desde el primer momento en que los niños lo vieron, quedaron fascinados por su presencia.

Con curiosidad e ilusión, los niños se acercaron a Don Mago y le pidieron que les enseñara sus trucos de magia. Él sonrió amablemente y dijo: "¡Claro que sí! Pero primero debemos aprender algo muy importante: la magia está dentro de cada uno de ustedes".

Los niños se miraron confundidos, sin entender exactamente qué quería decir Don Mago. Pero él continuó explicando: "La magia no solo es hacer desaparecer cosas o hacerlas aparecer, sino también creer en uno mismo y ser capaz de lograr cualquier sueño".

Los ojitos brillantes de los niños comenzaron a llenarse de entusiasmo mientras escuchaban atentamente las palabras del misterioso mago. A partir de ese día, todos los días después del colegio se reunían con Don Mago en el parque para aprender nuevos trucos.

Don Mago les enseñaba cómo hacer levitar objetos pequeños usando solamente su mente y cómo hacer aparecer y desaparecer cartas de la nada. Pero lo más importante que les transmitía era la confianza en sí mismos.

Les decía: "La magia no se trata solo de hacer trucos, sino también de creer en su propia capacidad para lograr cualquier cosa que se propongan". Los niños practicaban incansablemente, cada uno con su propio estilo y personalidad.

Algunos eran más habilidosos con las manos, mientras que otros tenían una gran capacidad para improvisar y sorprender al público. Un día, Don Mago les propuso un desafío: participar en un concurso de talentos organizado por el colegio.

Los niños aceptaron emocionados y comenzaron a prepararse para el gran día. El día del concurso llegó y los niños estaban nerviosos pero llenos de confianza. Uno a uno fueron subiendo al escenario y realizando sus trucos frente a un público expectante.

Cuando llegó el turno del último niño, llamado Tomás, todos quedaron asombrados. Tomás había creado su propio truco de magia utilizando elementos reciclados del barrio. Con destreza e imaginación, hizo aparecer flores coloridas dentro de una botella vacía.

El público estalló en aplausos y ovaciones mientras Tomás sonreía orgulloso. Los demás niños se dieron cuenta entonces de algo muy importante: no importa cuánto dinero o recursos tengas, siempre puedes encontrar la magia dentro tuyo si crees en ti mismo y utilizas tu imaginación.

Desde ese día, los niños del barrio nunca dejaron morir esa chispa mágica que Don Mago había encendido en ellos.

Continuaron practicando sus trucos y compartiéndolos con los demás, demostrando que la verdadera magia está en el corazón de las personas. Y así, Don Mago se convirtió en un recuerdo imborrable para todos los niños del barrio. Su legado perduró en cada sonrisa, en cada sueño cumplido y en cada momento de magia que vivieron gracias a su enseñanza.

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