La Magia del Donut
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, una simpática masa de pastelería que soñaba con ser el postre más delicioso del mundo. Su nombre era Donita, y era redonda y suave, como una nube. Todos los días, Donita veía cómo sus amigos en la panadería se convertían en bizcochos, muffins y galletitas, mientras ella se quedaba en una bandeja con el resto de las masas que no sabían qué hacer con ella.
"¿Por qué me queda siempre el mismo destino?", se quejaba Donita.
Un buen día, el maestro panadero Don Alfredo decidió experimentar.
"Hmm, hoy intentaré hacer algo diferente", dijo con una sonrisa.
Don Alfredo tomó a Donita y le sacó el centro, formando un círculo perfecto.
"¡Mirá, quedó como un donut!", exclamó emocionado.
En ese instante, Donita se sintió rara pero también un poco aliviada. Ahora tenía una nueva forma, más divertida. Pero pronto se dio cuenta de que todos los demás donuts tenían el centro lleno de mermelada, crema o chocolate, y que ella estaba vacía.
"¡Oh no! Ahora soy solamente un hoyo en el medio de un donut. ¿Qué valor tengo?", pensó triste.
Sin embargo, al salir del horno, Donita, aunque sin un centro, era dorada y crujiente. Pronto, los niños del pueblo comenzaron a correr hacia la panadería. Al ver a Donita, se maravillaron.
"¡Mirá ese donut!", gritaban llenos de alegría.
"Es diferente, pero ¡qué lindo que es!", decía una nena con trenzas.
Donita sintió una pequeña chispa de esperanza. Pero cuando los niños se acercaron y la probaron, la felicidad volvió a su ser.
"Es el más rico que he probado!", dijeron todos.
Donita no podía creerlo.
"¿De verdad?", preguntó tímidamente.
"¡Sí! Eres especial, aunque no tengas un relleno", respondió un niño llamado Juan, mientras lamía la crema de su dedo.
Donita se dio cuenta de que no necesitaba un centro para ser maravillosa, y su forma distinta la hacía única. Desde ese día, ella se convirtió en la estrella de la panadería de Don Alfredo.
A medida que pasaron los días, otros ingredientes se unieron a Donita, como la canela, el chocolate espolvoreado y la decoración de colores. Todos se unieron para formar diferentes variedades de donuts.
"¡Miren, somos un equipo espectacular!", gritó Donita con alegría.
"¡Y todos tenemos algo diferente para ofrecer!", añadió una dulce masa de chocolate al lado.
La panadería de Don Alfredo se llenó de amor y risas. Donita comprendió que no había un camino único hacia la felicidad y que cada uno tenía su propio valor. Ya no se sentía sola o incompleta, porque sabía que era parte de una comunidad llena de sabor y creatividad.
Desde entonces, Donita y los otros donuts aprendieron a abrazar sus diferencias y celebrar lo que los hacía únicos. Y así, la historia de Donita se convirtió en una leyenda en Dulcelandia, recordando a todos que, aunque a veces nos sintamos como el hoyo de un donut, cada uno tiene su propio lugar en el mundo y su propia forma de brillar.
FIN.