La magia del estornudo en el árbol coliflor
En un pequeño pueblo lleno de color y magia, había un árbol muy especial. Este árbol, que todo el mundo conocía como el "Árbol Coliflor", era famoso por sus enormes y sabrosas cabezas de coliflor que crecían en lugar de hojas. Todos los niños del pueblo soñaban con treparlo y probar su delicioso manjar.
Un día, un pibe llamado Lucas decidió que era el momento perfecto para intentar alcanzarlo. Con una pelota bajo el brazo, se acercó al árbol y lo miró con ansias.
– ¡Voy a escalarte y comer tu coliflor deliciosa! –gritó Lucas con determinación.
Pero justo cuando iba a comenzar a trepar, su mejor amiga, Sofía, lo detuvo.
– ¡Esperá! ¿No sabés que ese árbol tiene magia? Si trepas y haces ruido, ¡podrías despertar a los duendes que viven en él! –advirtió Sofía.
Lucas, emocionado, no le dio mucha importancia a la advertencia y exclamó:
– ¡La magia no me asusta! ¡Voy a subir! –Entonces, sin pensarlo dos veces, comenzó a escalar el árbol.
Pero mientras subía, Lucas sintió un cosquilleo en la nariz.
– Ah... ah... ¡estornudo! –gritó, justo antes de soltar un fuerte estornudo que resonó por todo el pueblo. Al instante, una nube de color violeta se desató desde el árbol, y ¡oh sorpresa! Aparecieron pequeños duendes azules que estaban escondidos.
– ¡Ey, humano! –gritó uno de los duendes, que se llamaba Tico. –¿Qué has hecho?
Lucas, con los ojos muy abiertos, respondió:
– ¡Lo siento! No quería despertar a nadie. Solo quería probar la coliflor del árbol.
El duende Tico miró a sus amigos y decidió que Lucas no era un enemigo.
– Bueno, ya que despertaste nuestra magia, ¡podemos hacer algo divertido! –dijo Tico con una sonrisa pícara.
Y así, los duendes comenzaron a jugar con una gran bola de coliflor. La hicieron rodar, dando vueltas entorno a Lucas y Sofía, quienes se unieron a la diversión.
Las risas resonaban en el aire mientras todos jugaban al baloncesto con esa original bola, que, al ser de coliflor, era súper ligera y muy bizarra. Al final, Lucas se dio cuenta de que reír y compartir eran mucho más divertidos que escalar y comer solo.
– Nunca voy a olvidar esto. ¡La magia del estornudo me trajo suerte! –dijo Lucas mientras se tumbaba en el césped, riendo a carcajadas junto a Sofía y los duendes.
Desde entonces, el Árbol Coliflor fue un punto de encuentro de juegos y risas en el pueblo, y Lucas aprendió que a veces un pequeño estornudo puede llevarte a grandes aventuras... y a un buen plato de coliflor compartido con amigos.
El final no fue solo un estornudo, ¡sino un inolvidable comienzo!
FIN.