La magia del jardín de hermanos



Daniela y Tomás eran dos hermanos muy unidos que vivían en una casa con un gran jardín donde siempre encontraban maneras de divertirse. Tenían una perrita llamada Dona, a quien querían con todo su corazón.

Un día soleado, Daniela y Tomás decidieron jugar al escondite en el jardín con Dona. La pequeña perrita estaba emocionada y movía la cola sin parar mientras los niños contaban hasta diez.

- ¡Listos o no, allá voy! -gritó Daniela mientras cerraba los ojos y empezaba a buscar a su hermano y a Dona. Tomás se escondió detrás de un árbol, pero Dona no pudo resistir la emoción y comenzó a ladrar, revelando su escondite.

Daniela rió al descubrirlos y les dijo:- ¡Dona, eres muy traviesa! Pero ahora me toca contar a mí. Mientras Daniela contaba, Tomás le susurró algo al oído de Dona. La perrita asintió con la cabeza y ambos salieron corriendo en direcciones opuestas para confundir a Daniela.

- ¡Ya voy por ustedes! -gritó Daniela mientras trataba de encontrar a sus compañeros de juego. Los minutos pasaron y Daniela no lograba dar con ellos.

Comenzaba a desesperarse cuando escuchó un ladrido familiar cerca del arbusto más grande del jardín. Se acercó lentamente y allí estaban Tomás y Dona, quienes habían preparado una sorpresa para ella: un picnic improvisado con sándwiches, jugo de frutas y galletitas.

- ¡Oh, qué lindo gesto! ¿Cómo se les ocurrió? -preguntó Daniela emocionada. - Queríamos demostrarte cuánto te queremos y lo importante que eres para nosotros -respondió Tomás con una sonrisa tierna en el rostro. Daniela abrazó fuerte a su hermanito y luego acarició a Dona, quien movía la cola feliz.

Juntos disfrutaron del picnic bajo el sol radiante, compartiendo risas y anécdotas mientras fortalecían aún más su vínculo como familia. Esa tarde quedó marcada en sus corazones como un momento especial de amor fraternal e incondicional.

A partir de ese día, prometieron cuidarse mutuamente como lo hacían con su fiel amiga peluda: Dona, la perrita más traviesa pero también la más cariñosa del mundo.

Y así continuaron creciendo juntos, aprendiendo el valor de la amistad verdadera y las alegrías simples que nos regala cada día.

FIN.

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