La magia del juego en el aula de Agustín


Agustín se levantó temprano, emocionado por su primer día como profesor en un colegio. Había preparado todo con anticipación: sus lecciones, su ropa y hasta el almuerzo que llevaría.

Pero a medida que se acercaba la hora de entrar al aula, comenzó a sentirse cada vez más nervioso. -¡Buenos días, Agustín! -saludó la directora del colegio-. ¿Cómo te sientes hoy? -Bien... pero también un poco nervioso -confesó él.

-No te preocupes, es normal sentirse así en el primer día -le tranquilizó la directora-. Recuerda que estás aquí para enseñar y ayudar a tus alumnos. Ellos estarán tan emocionados como tú por conocerte. Agustín asintió con una sonrisa y entró al aula.

Los estudiantes lo recibieron con entusiasmo y curiosidad. -¡Hola chicos! Soy Agustín, su nuevo profesor -dijo él mientras les mostraba una gran sonrisa-. Estoy muy contento de conocerlos. Los niños respondieron con saludos tímidos y algunos murmullos entre ellos.

Agustín comenzó su primera lección pero no pudo evitar notar que los estudiantes parecían distraídos e inquietos. Se preguntaba si algo andaba mal o si simplemente no estaba siendo claro en sus explicaciones. De repente, un niño levantó la mano.

-¿Sí? ¿Tienes alguna pregunta? -preguntó Agustín amablemente. -Sí... yo quería saber si... si podemos hacer algo divertido hoy en clase -respondió el niño tímidamente.

Agustín se dio cuenta de que había estado tan concentrado en enseñar que no había considerado la importancia del juego y la diversión en el aprendizaje. Decidió entonces cambiar su plan de lección y hacer algo diferente. -¡Claro! -respondió Agustín con una sonrisa-.

¿Qué les parece si hacemos un experimento científico juntos? Los niños se emocionaron al instante y comenzaron a trabajar juntos para preparar todo lo necesario para el experimento. Agustín los guió paso a paso, explicando cada detalle y respondiendo a todas sus preguntas.

Al final, todos estaban felices y emocionados por haber aprendido algo nuevo mientras se divertían. -¡Eso fue genial! -exclamó uno de los estudiantes-. Gracias, profe. Agustín se sintió muy feliz al escuchar esas palabras.

Se dio cuenta de que había logrado superar sus nervios iniciales y crear un ambiente de aprendizaje positivo y divertido para sus alumnos.

Desde ese día, Agustín siempre recordaría la importancia de ser flexible en su enseñanza, permitir momentos de juego y diversión en clase, así como estar dispuesto a aprender junto con sus alumnos. Y así continuó siendo un gran maestro durante muchos años más en el colegio.

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