La Magia del Movimiento



Era una vez, en la pintoresca población de Saludín, un lugar donde a sus habitantes les encantaba pasar el tiempo en sus casas, disfrutando de juegos de mesa y comiendo deliciosas golosinas. Sin embargo, había un pequeño problema: nadie practicaba ejercicio físico. Todos se quejaban de.

"¿Ejercicio? Eso es aburrido", decía Doña Merceditas, la panadera del pueblo.

"¡Sí! Prefiero quedarme aquí comiendo mis facturas", añadia Mateo, el niño más jugueton de todos.

Cada día, la situación empeoraba, y así fue como, de la noche a la mañana, los habitantes de Saludín comenzaron a enfermar. Un día, el médico del pueblo, el Dr. Ternura, se reunió con los habitantes en la plaza central.

"Queridos amigos, no sé qué les está pasando, pero todos están enfermando sin razón aparente. Necesitamos averiguar qué está ocurriendo", dijo el Dr. Ternura con preocupación.

Los ciudadanos formaron un murmullo de desánimo.

"Pero si esto no tiene explicación... ¿Culpa de qué?", preguntó Lila, una dulce abuelita que siempre tejía mantas coloridas.

"Lo único que hacemos es quedarnos en casa...", agregó Timoteo, el niño travieso.

La vida en Saludín se tornó sombría y apagadita. Un día, mientras todos estaban en casa, un misterioso viento sopló en la población, trayendo consigo una pequeña nube de polvo brillante.

La nube se posó en el centro de la plaza y de repente apareció un pequeño ser muy especial: ¡Era la Hada de la Salud!"¡Hola, habitantes de Saludín!", exclamó la Hada de la Salud con una voz melodiosa.

"He venido a ayudarles, pero primero deben prometerme que van a mover un poco más sus cuerpos. La falta de ejercicio es la causa de su enfermedad".

"¿Mover nuestros cuerpos? ¡Pero eso suena a trabajo!", se quejó la panadera.

"Nopi, no es trabajo, es diversión", le respondió con una sonrisa el Hada.

Luego, hizo un pequeño gesto con su varita mágica y, de repente, ante los ojos asombrados de todos, aparecieron pelotas, aros y cintas de colores.

"¡Vamos! Aquí les dejo algunos juegos. Si quieren recuperar su salud y vivir felices, tendrán que jugar y moverse. Pero no se preocupen, ¡será muy divertido!", dijo mientras comenzaba a volar en círculos.

Los habitantes, intrigados, empezaron a jugar. Doña Merceditas, al principio reacia, se sumó al juego.

"¡Miren cómo me lanzo la pelota!"," gritó sorprendida por la alegría que sentía.

"¡Esto es genial!", exclamó Lila mientras jugaba a saltar la cuerda con los más pequeños.

Los días pasaron y todos comenzaron a sentir cambios.

"Me siento más ágil", dijo Mateo mientras corría en círculos.

"¡Y muy feliz!"

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!