La Magia del Paragua Negro



Era un atardecer nublado en el pequeño pueblo de LluviasBrisas, donde las gotas de agua comenzaban a bailar sobre las calles empedradas. Todos los días después de clases, los niños corrían a casa antes de que la lluvia decidiera hacer su aparición. Sin embargo, esa tarde algo les llamó la atención. En medio del frágil haz de luz que se filtraba entre las nubes, apareció una mujer con un paragua negro.

La mujer caminaba con una calma que fascinaba a los niños. Sus ojos brillaban como estrellas y llevaba en su rostro una sonrisa que invitaba a la curiosidad.

"¿Quién será esa mujer?", preguntó Ana, mientras observaba desde detrás de un arbusto.

"No tengo idea, pero parece mágica", respondió Tomás, su amigo de siempre.

Decidieron acercarse, intrigados por la misteriosa figura.

"¡Hola, niños! ¿Les gustaría saber algo sobre mi paragua?", preguntó la mujer, haciendo una pausa en su andar.

"Sí, por favor!", exclamó Julián, abriendo grandes los ojos.

La mujer se acercó y desplegó su paragua negro, que era mucho más grande de lo que parecía.

"Este no es un paragua cualquiera; este es un paragua mágico. ¡Bajo él, los sueños se convierten en realidad!", dijo con una voz melodiosa.

"¿De verdad?", preguntó Ana, escéptica.

"Claro que sí. Solo necesitan imaginar un sueño mientras están bajo su sombra. ¡Pero cuidado! No deben olvidarse de compartir esos sueños con los demás!", advirtió la mujer.

Animados por la idea, los niños se pusieron bajo el paragua y comenzaron a compartir sus sueños.

"Yo quiero ser un gran inventor", dijo Julián.

"Yo quiero pintar un mural hermoso en la plaza", añadió Ana.

"Y yo quiero descubrir un nuevo planeta", concluyó Tomás.

La mujer sonrió.

"Recuerden que nunca están solos en sus sueños. Siempre pueden ayudar a otros a hacer realidad los suyos", dijo antes de tomar un pequeño respiro.

"Pero... ¿y si no podemos?", preguntó Tomás con preocupación.

"Podemos intentarlo juntos. A veces, la magia más poderosa está en la amistad y el apoyo que nos brindamos entre nosotros", respondió la mujer antes de levantar el paragua. Justo en ese momento, la lluvia comenzó a caer con fuerza, y los niños retrocedieron un poco.

"¡No se preocupen! ¡El paragua los protegerá!", exclamó la mujer, acercándose más hacia ellos.

Bajo el paragua negro, la lluvia se transformó en una melodía que invitaba a divertirse. Con cada gota, los sueños de los niños danzaban alrededor de ellos como olas de colores.

Con el tiempo, decidieron hacer realidad sus sueños.

Pasaron los días y los niños empezaron a trabajar juntos, cada uno aportando sus habilidades en los sueños del otro.

"Julián, ¿podés ayudarme con el diseño del mural?", preguntó Ana un día.

"¡Claro! Y tomemos la idea del planeta de Tomás para que sea un mural espacial", dijo Julián entusiasmado.

Y así, entre risas y charlas, unieron talentos y construyeron algo especial.

Finalmente, después de unas semanas, la tarde del gran día llegó. Bajo ese mismo paragua negro, los niños revelaron su mural en la plaza, donde todos pudieron verlo.

"¡Es hermoso!", gritaban los habitantes del pueblo.

La mujer de paragua negro asomaba entre la multitud, con su eterna sonrisa, disfrutando del trabajo en equipo de los niños.

"¿Vieron? La magia está en cada uno de ustedes", les dijo con ternura.

Desde entonces, los niños nunca olvidaron que juntos podían logra más de lo que se imaginaban. La mujer con el paragua negro desapareció en la niebla del atardecer, pero su enseñanza perduró en la memoria de cada niño, que junto al resto del pueblo, aprendieron que compartir sus sueños los hacía más fuertes. Y así, con cada tormenta que cruzaba LluviasBrisas, siempre quedaba un pedacito de magia compartida en esa pequeña plaza, gracias a un paragua negro y un grupo de niños decididos a soñar juntos.

FIN.

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