La magia del perdón
Juan era un niño muy alegre y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Le encantaba jugar al fútbol con sus amigos, dibujar y pasar tiempo con su familia.
Sin embargo, había algo que entristecía a Juan: sus papás peleaban constantemente. Cada vez que escuchaba las discusiones de sus padres, sentía un nudo en el estómago y se preguntaba por qué no podían llevarse bien.
A pesar de que intentaba ignorar los gritos y cerrar la puerta de su habitación para escapar del ruido, no podía evitar sentirse triste. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Juan vio a un hombre mayor alimentando a las palomas.
El hombre parecía tan tranquilo y feliz que Juan se acercó curioso. "Hola, señor", saludó Juan tímidamente. El hombre levantó la vista y le devolvió una cálida sonrisa. "¡Hola, joven! ¿Cómo te llamas?""Soy Juan", respondió él.
"¿Por qué está tan feliz alimentando a las palomas?"El hombre se rió amablemente. "Las palomas me recuerdan algo importante: la importancia de perdonar". Juan frunció el ceño confundido.
"¿Perdonar? ¿Qué es eso?"El hombre le explicó pacientemente que perdonar significa dejar ir el dolor y el enojo hacia alguien por algo malo que haya hecho. Les dijo cómo cuando guardamos rencor o nos aferramos al resentimiento, solo nos hacemos daño a nosotros mismos. Juan pensó durante un momento sobre las palabras del anciano.
Tal vez, si sus papás pudieran perdonarse mutuamente y dejar ir su enojo, podrían ser más felices. Decidido a ayudar a sus padres, Juan llegó a casa ese día con una idea brillante.
Les escribió una carta a cada uno de ellos, explicando cuánto los amaba y lo triste que se sentía cuando peleaban. Al día siguiente, durante el desayuno, Juan les entregó las cartas. Sus padres se miraron sorprendidos pero curiosos.
Empezaron a leer las palabras sinceras de su hijo y sintieron un nudo en la garganta. —"Juanito" , dijo su mamá con lágrimas en los ojos. "No queremos hacerte sentir triste. Lamentamos mucho nuestras peleas". Su papá asintió. "Tienes razón, hijo.
A veces nos dejamos llevar por la rabia y olvidamos que debemos trabajar juntos como equipo". A partir de ese momento, Juan notó un cambio en el ambiente familiar.
Sus padres comenzaron a hablar más tranquilamente entre ellos y buscaron soluciones pacíficas para resolver sus diferencias. Con el tiempo, las discusiones fueron disminuyendo hasta casi desaparecer por completo. Juan estaba feliz de ver cómo sus padres sonreían nuevamente y disfrutaban del tiempo juntos como familia.
El anciano del parque tenía razón: el perdón puede sanar corazones rotos y traer paz a los hogares.
A través del amor incondicional de Juan hacia sus padres y su valentía para expresar cómo se sentía, logró cambiar el rumbo de su familia hacia una vida llena de armonía y felicidad. Desde aquel día, Juan aprendió una lección invaluable: que el perdón puede transformar vidas y que siempre hay esperanza de un mañana mejor.
FIN.