La magia del salón 604



En el pequeño municipio de Aracataca, donde los días transcurren entre risas y juegos, había un salón de clases, el 604, conocido por ser el más desordenado de toda la escuela. Los chicos y chicas de ese salón, a pesar de ser muy ingeniosos, tenían el talento de transformar cualquier aula en un campo de batalla.

La maestra Lilibet, una mujer amable y llena de energía, había decidido que era hora de cambiar esa situación. Un día llegó al salón con una gran sonrisa y un cartel que decía: "¡Día de película!".

"Chicos, tengo una propuesta muy especial para ustedes", comenzó Lilibet, mirando a cada uno de sus alumnos.

"Si logramos mantener el salón limpio y si cumplen con sus tareas durante una semana entera, les prometo que podremos ver una película el viernes".

"¡Sí! ¡Película!", gritaron los chicos emocionados, pero Lilibet levantó una mano.

"Pero... ¡hay una condición!"

"¿Cuál?", preguntó Lucas, el más travieso del grupo.

"Deberán trabajar en equipo y ayudarse entre ustedes. ¿Acuerdo?"

Los alumnos se miraron entre sí y, tras un largo susurro, decidieron que era una buena idea. Desde ese día, se pusieron a trabajar.

Al principio, no fue fácil. Nadie sabía por dónde empezar.

"¿Y si hacemos un calendario de tareas?", sugirió Valentina, que siempre tenía buenas ideas.

"Sí, así nadie se olvida de lo que tiene que hacer!", añadió Mateo.

El grupo se organizó y cada día era un nuevo desafío. La primera semana, el salón lució mejor que nunca. Se reían, discutían ideas y hasta inventaron una canción:

"Salón 604, todos a trabajar, si nos portamos bien, la película habrá!"

Cuando llegó el viernes, todos esperaban ansiosos. Lilibet llegó con una manta para que se sentaran cómodos y, para sorpresa de todos, trajo unas deliciosas galletitas.

"Chicos, ¡lo lograron!"

"¿Podemos elegir la película?", preguntó Paula.

"Por supuesto, sólo hay que recordarse lo que han aprendido en esta semana".

Así que todos sentados, empezaron a proponer sus películas favoritas. Sin embargo, hubo un pequeño problema, y fue que no todos estaban de acuerdo.

"¡Quiero ver una de aventuras!", gritó Juan.

"Yo prefiero una de dibujos animados", se quejó Clara.

"Yo solo quiero que hagamos un voto".

Lilibet, observando con atención, decidió que era el momento de enseñarles sobre la importancia de la democracia y el trabajo en equipo.

"Ok, hagamos un círculo. Cada uno podrá decir su opción, y luego votamos. Acordamos que el que no gane, se compromete a ver la película de todos modos sin protestar".

"¡Buena idea!", dijo Lucas, emocionado.

Después de varias propuestas:

"La aventura de los tres amigos" ganó. Cuando la película comenzó, el salón estaba en completo silencio, todos estaban absortos en la pantalla.

"¡Esto vale la pena!", dijo Valentina al terminar la película.

A partir de ese día, el salón 604 no volvió a ser el mismo. Aprendieron a trabajar juntos, a resolver conflictos y a celebrar sus logros como equipo. La película se convirtió en un símbolo de su desarrollo, y cada cierto tiempo, Lilibet les organizaba más días de película, pero siempre con una nueva tarea a cumplir primero.

Así, los desordenados del salón 604 encontraron su camino, inspirados por una simple oportunidad y el apoyo de su increíble maestra, aprendiendo que el trabajo en equipo no solo trae recompensas, sino que también hace que todo sea más divertido.

Y así, entre risas y aprendizajes, el salón 604 se transformó y continuó su camino, hasta convertirse en un modelo a seguir para el resto de la escuela.

FIN.

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