La Magia Invisible



Anastasia estaba muy emocionada porque se le había caído un diente. Sabía que eso significaba que el hada de los dientes vendría en la noche para llevárselo y dejarle una moneda debajo de la almohada.

Pero también estaba un poco nerviosa, ¿cómo sería el hada? ¿Qué pasaría si no venía? Esa tarde, Anastasia decidió escribirle una carta al hada para asegurarse de que sabía dónde vivía y cómo llegar a su habitación.

Le contó lo emocionada que estaba por conocerla y le preguntó si podían ser amigas. -¿Crees que el hada me va a responder? -preguntó Anastasia a su mamá. -Puede ser -respondió ella-. A veces las cosas más increíbles pasan cuando menos te lo esperas.

Anastasia se sintió un poco mejor después de esa conversación. Se acostó esa noche con su carta debajo de la almohada y esperó ansiosamente a que llegara el hada.

Pero cuando despertó, todavía estaba allí la carta y no había ninguna moneda en su lugar. Anastasia comenzó a llorar, pensando que tal vez el hada no existiera o simplemente no quería ser amiga de ella.

Su mamá entró en la habitación preocupada por sus lágrimas y le preguntó qué había pasado. Anastasia le explicó todo sobre la carta y cómo había estado esperando al hada toda la noche sin éxito.

La mamá sonrió comprensiva y dijo:-Sabes, hay muchas cosas maravillosas en este mundo que no podemos ver o tocar directamente, pero eso no significa que no existan. El hada de los dientes puede ser una de esas cosas. Pero lo importante es que tú creas en ella y en la magia que representa.

Anastasia se sintió un poco mejor después de esa charla. Se levantó y fue a desayunar con su familia, aún pensando en el hada pero con una nueva perspectiva.

Esa tarde, mientras jugaba en el jardín, Anastasia encontró algo brillante entre las flores. Era una moneda dorada, exactamente como la que esperaba haber encontrado debajo de su almohada esa mañana. -¡Mamá! ¡Mamá! -gritó emocionada-.

¡El hada me dejó algo! La mamá sonrió y le preguntó:-¿Estás segura de que fue el hada? Anastasia pensó por un momento antes de responder:-No estoy segura al cien por ciento, pero eso no importa tanto.

Lo importante es que creo en ella y sé que hay cosas maravillosas ahí afuera, incluso si no podemos verlas directamente. La mamá asintió orgullosa y juntas se sentaron a disfrutar del sol del atardecer, imaginando todas las cosas mágicas que podrían estar pasando justo allí mismo sin saberlo.

Desde entonces, Anastasia siguió escribiéndole cartas al hada cada vez que perdía un diente y aunque nunca recibió una respuesta directa, siempre encontraba alguna sorpresa cerca de su almohada a la mañana siguiente.

Y aprendió así a valorar la magia de las pequeñas cosas invisibles pero presentes en nuestras vidas.

FIN.

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