La magia vive en nosotros


Había una vez, en los hermosos años 80, una escuela muy especial que se encontraba escondida en lo más profundo del bosque.

En esa escuela, los niños aprendían a hacer magia y a utilizar sus poderes para ayudar a los demás. Pero con el paso de los años, la magia comenzó a desvanecerse lentamente. Los árboles ya no susurraban hechizos al viento y las varitas mágicas perdieron su brillo.

La escuela tuvo que cerrar sus puertas y todos pensaron que la magia se había ido para siempre. Sin embargo, el tiempo pasó y las esperanzas renacieron cuando la escuela decidió abrir nuevamente en una bulliciosa ciudad.

Aunque ya no había magia, los niños aún podían aprender cosas maravillosas sobre el mundo y descubrir su propio potencial. En esta nueva versión de la escuela, los profesores enseñaban matemáticas, ciencias e historia. Los estudiantes estudiaban duro y se divertían mucho juntos.

Pero algo faltaba en sus corazones: extrañaban la emoción de lanzar hechizos y sentir cómo la magia fluía por sus venas.

Un día soleado de primavera, mientras jugaban en el patio de recreo, un grupo de niños aventureros encontró una puerta secreta detrás de un arbusto frondoso. Intrigados por lo desconocido, decidieron abrir la puerta y explorar lo que se encontraba detrás. Para su sorpresa, descubrieron un salón mágico cubierto de polvo antiguo.

En medio del salón había un enorme libro abierto, lleno de hechizos olvidados. Los niños se acercaron y comenzaron a leer en voz alta. Repentinamente, un monstruo gigante apareció frente a ellos. Era feroz y amenazador, pero los valientes niños no se asustaron.

Recordando lo que habían aprendido en la antigua escuela de magia, usaron su ingenio para derrotar al monstruo. "¡Rápido! ¡Formemos un círculo y juntemos nuestras manos!"- exclamó Lucas, el líder del grupo.

Los demás niños hicieron caso y formaron un círculo mientras repetían palabras mágicas que recordaban de sus antiguas lecciones. La energía mágica fluyó entre ellos y creó una poderosa barrera protectora alrededor del monstruo. El monstruo intentó atacar con furia, pero la barrera lo mantuvo alejado.

Los niños aprovecharon esta oportunidad para trabajar juntos y encontrar una solución pacífica. "¡Amigo monstruo! ¿Por qué estás tan enfadado?"- preguntó Laura con ternura. El monstruo pareció sorprendido por las palabras amables de los niños.

Lentamente, su expresión cambió de ira a tristeza. "Me siento solo... todos me temen por mi apariencia"- respondió el monstruo con voz ronca. Los niños se miraron unos a otros comprensivamente antes de ofrecerle una mano amiga al monstruo.

Juntos, decidieron mostrarle al mundo que la verdadera magia estaba en la bondad y la aceptación mutua. A medida que pasaban los días, el monstruo comenzó a vivir en la escuela, donde encontró amistad y amor.

Los niños aprendieron que no necesitaban varitas mágicas para hacer el bien, sino que podían usar su imaginación y creatividad para ayudar a los demás. La escuela volvió a ser un lugar lleno de alegría y risas.

Los niños se convirtieron en héroes cotidianos, utilizando sus talentos y conocimientos para hacer del mundo un lugar mejor. Y así, la magia regresó a sus vidas de una manera diferente pero igualmente especial.

Aprendieron que la verdadera magia no está en los hechizos y las varitas, sino en el poder de creer en uno mismo y cuidar de aquellos que nos rodean. Y así termina nuestra historia, recordándonos que todos llevamos un poco de magia dentro de nosotros. Solo debemos abrir nuestros corazones y permitir que brille.

¡Nunca olvides que tú también eres capaz de crear momentos mágicos!

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