La mágica Navidad de la Familia Pardo



Era una noche fría y estrellada en el pequeño pueblo de Las Flores. La familia Pardo estaba emocionada porque se acercaba la Navidad. En la casa de los Pardo, cada rincón estaba adornado con luces brillantes y un enorme árbol de Navidad lleno de globos y cintas de colores.

- ¡Ya falta poco para la cena! - dijo Sofía, la mayor de los hermanos, mientras preparaba la mesa.

- Y los regalos, no olvides los regalos - respondió Lucas, su hermano menor, con los ojos brillantes de emoción. - Espero que Papá Noel me traiga ese robot que tanto quiero.

Los padres de Sofía y Lucas, don Eduardo y doña Clara, estaban en la cocina, preparando una cena especial. El aroma de las empanadas llenaba el aire.

- ¿Ya tienen todo listo? - les preguntó doña Clara. - Recuerden que viene mucha gente esta noche.

- Sí, mami, ya terminamos - contestó Sofía, sonriendo.

Esa noche llegaron sus amigos de la escuela, Valentina, Mateo y Juani. Todos estaban muy felices y se sentaron juntos a la mesa, hablando de la Navidad y cantando villancicos. Pero justo cuando estaban a punto de empezar a comer, un suave maullido los distrajo.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Mateo, asustado.

- ¡Vamos a ver! - sugirió Valentina, y todos se levantaron de la mesa.

Al abrir la puerta, encontraron a un pequeño gato negro, con unos ojos amarillos que brillaban como dos faroles. La familia Pardo se miró entre sí, preguntándose cómo había llegado allí.

- ¡Pobrecito! - dijo Lucas, agachándose para acariciarlo. - Parece que no tiene hogar.

- Está helado de frío - comentó Sofía, con compasión.

Los niños no dudaron ni un momento.

- ¡Vamos a llevarlo adentro! - exclamó Juani, mientras todos se apresuraban a recoger al gato.

Una vez en casa, doña Clara los miró con una sonrisa.

- Creo que a este pequeño le vendría bien una cena también. ¿Qué les parece?

- ¡Sí! - gritaron todos al unísono.

Mientras preparaban un plato de comida para el gato, Sofía se dio cuenta de que era una gran oportunidad.

- ¿Qué tal si lo adoptamos? - sugirió con entusiasmo.

- ¡Sí! - respondieron todos, saltando de alegría.

Decidieron llamarlo “Nieve” debido a su pelaje negro que brillaba bajo la luz del árbol de Navidad. Nieve se convirtió en parte de la familia y todos se sintieron alegres de haberlo encontrado.

Tras la cena, la familia Pardo y sus amigos se reunieron alrededor del árbol. Empezó la entrega de regalos.

- Yo empiezo - dijo Sofía mientras le daba su regalo a Lucas.

- ¡Un robot! - gritó Lucas, emocionado.

- ¡Gracias, Sofía! - le dijo abrazándola.

Turno a turno, todos fueron abriendo sus regalos, pero la verdadera sorpresa llegó cuando finalmente llegó el turno de Nieve. Los niños habían preparado una pequeña caja con juguetes para gatos.

- ¡Mirá, Nieve! - dijeron al unísono.

- ¡Ahora ya tenés tus propios regalos! - dijo Valentina riendo mientras el gato se lanzaba sobre los juguetes.

La noche avanzaba llena de risas y alegría, y ya cuando el reloj marcaba casi la medianoche, todos se sintieron felices y en paz.

- ¿Saben? - dijo Mateo, mirando al gato jugar. - Esta fue la mejor Navidad de todas. No solo porque tuvimos regalos, sino porque encontramos un amigo.

- Sí, porque también estamos juntos, en familia - agregó Sofía.

Y, con esa hermosa lección, la familia Pardo supo que el verdadero espíritu de la Navidad no se trataba de lo que se recibía, sino de lo que se daba y de estar juntos, llenos de amor y amistad.

Desde entonces, cada Navidad la familia Pardo recordaba a Nieve, su pequeño gato que llegó a su vida en una mágica noche, y cada año lo celebraban como el momento en que su hogar se llenó de alegría, paz y amor.

FIN.

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