La mágica noche de Santa y Francia
Era una hermosa mañana en el Polo Norte. Santa Claus se encontraba en su taller, rodeado de juguetes y renos que se preparaban para la gran noche de repartir regalos. Mientras organizaba todo con su risa contagiosa, su hija Francia entró con una gran sonrisa y un brillo especial en sus ojos.
"- ¡Papá!", exclamó Francia emocionada, "- Ismael y yo queremos darte un regalo. ¡Mirá!"
Francia mostró un collar de brillantes colores que chisporroteaban como estrellas en el cielo. Santa se lo colocó alrededor del cuello y sonrió. "- Gracias, hija, es hermoso. Pero no olvides que esta noche tenemos una misión muy importante."
Francia asintió alegremente, "- Sí, claro. Pero me encanta que estés feliz."
Los renos, listos para despegar, repasaron la lista de los niños que debían recibir su regalo. "- ¡Vamos, chicos! ¡Hoy será una noche mágica!", gritó Santa, motivando a su equipo.
Pero en medio de la preparación, Francia tuvo una larga conversación con Ismael por teléfono, y le prometió que lo vería al regresar.
Esa noche, mientras Santa y sus renos volaban por encima de las casas, Francia miraba las luces de la ciudad y pensaba en su futuro con Ismael. Sin embargo, una inquietud la invadió, y no podía quitarse de la cabeza el collar que su padre le había regalado. Hubo una chispa en su corazón que no entendía del todo.
Al regresar a casa, mientras Santa descargaba los regalos, escuchó a Francia profundamente pensativa. "- ¿Qué te pasa, hija?", le preguntó.
"- Papá, es que... hay muchas cosas que quiero hacer. Ismael y yo... queremos tener una familia. Pero quiero poder viajar y ayudar a otros niños también."
Santa la miró con ternura. "- Entiendo, Francia. Tener una familia es maravilloso, pero también lo es ayudar a los demás. Lo más importante es compartir y amar."
Justo en ese momento, los renos empezaron a relinchar; había algo relacionado con un regalo que Santa había recibido de vuelta, un niño pequeño que había llegado de un distante lugar frío.
"- ¡Mirá!", exclamó Santa, "- ¡Esto es un milagro! Este niño, Louis, llegó justo a tiempo para la Navidad. Nos necesita."
Francia miró al pequeño con ternura. "- ¡Pobre niño! ¿Dónde están sus padres?"
"- No lo sé, pero nosotros lo cuidaremos. Te necesitaremos para ayudarlo a sentirse en casa. Podemos enseñarle sobre el espíritu navideño."
Louis sonrió tímidamente, y al ver su alegría, Francia sintió una felicidad que nunca había sentido antes. Estaba lista para asumir este nuevo desafío.
"- ¡Voy a ser su hermana mayor!", gritó Francia entusiasmada. "- ¡Me voy a encargar de que tenga una Navidad inolvidable!"
Con el pasar de los días, Francia y Santa se dedicaron a enseñarle a Louis sobre el espíritu navideño, a hacer galletitas, decorar el árbol y repartir amor y alegría. Cada tarde, Francia lo llevaba a conocer a los renos, les explicaba cómo volaban y cómo dejaban los regalos por todo el mundo.
Louis, con su risa contagiosa, hizo que la familia se uniera aún más. Aliado a su amor por Ismael, Francia encontró una nueva manera de compartir y hacer crecer su corazón. Comprendió que, a veces, los planes cambian, pero siempre es posible encontrar alegría en ayudar a los demás.
Al llegar la siguiente Navidad, Santa, Francia, Ismael y Louis estaban listos para repartir regalos juntos. Mientras volaban en el trineo, Francia miró a su padre y a Ismael. "- Papá, creo que estoy lista para tener mi propia familia, ¡pero también quiero ser parte de la familia de todos aquellos niños a los que ayudamos!"
Santa sonrió. "- Eso es lo más hermoso que podrías decir, hija. La familia no siempre es solo sangre; son aquellos a quienes elegimos amar y ayudar."
Y así, en cada Navidad, Francia, Ismael y Louis, junto a Santa, se aseguraron de que el espíritu navideño estuviera presente en el corazón de todos. Aprendieron que, aunque a veces la vida trae sorpresas inesperadas, siempre es posible encontrar magia en el amor y la generosidad. Y cada pequeño gesto cuenta.
Fin.
FIN.