La Mama Niño y el Gran Desorden



Había una vez en un pequeño pueblo, una mamá llamada Clara y su hijo, Lucho. Clara era conocida en toda la vecindad por su cariño hacia su hijo y por cómo siempre mantenía su casa en orden. Sin embargo, un día, Lucho decidió hacer una gran fiesta de juegos en casa, pero no le avisó a su mamá.

Esa tarde, cuando Clara llegó del trabajo, se sorprendió al ver su hogar cubierto de juguetes por todas partes.

"¿Qué es todo este desorden, Lucho?" - exclamó con una mezcla de sorpresa y enojo.

"¡No es un desorden, mamá! ¡Es una aventura!" - respondió Lucho, sonriendo.

Clara frunció el ceño, observando los muñecos, bloques de construcción y pinturas por doquier.

"La casa está un desastre. ¿Y qué pasa si alguien entra y ve esto?" - se quejó con un tono serio.

"¡Pero mamá! Mis amigos están muy felices y estamos jugando juntos!" - insistió Lucho.

Empujada por la frustración, Clara decidió contar hasta diez y se acordó de un consejo que su mamá siempre le daba: "A veces, hay que entender el corazón de un niño". Entonces respiró profundo y trató de ver las cosas desde la perspectiva de Lucho.

Clara se acercó y, aunque aún preocupada, le preguntó:

"¿Te divertiste?"

"¡Muchísimo!" - respondió Lucho con entusiasmo.

"¿Y qué pasará después cuando se termine la fiesta?" - le preguntó Clara, comenzando a calmarse.

"Podemos limpiar juntos y luego podemos hacer una nueva aventura en el jardín!" - sugirió Lucho con una sonrisa.

Clara sintió que se le aflojaba el enojo y tuvo una idea.

"Está bien, pero primero tenemos que recoger todo. ¿Qué te parece si hacemos un juego? Cada vez que recojamos un juguete, contamos hasta diez juntos y luego bailamos un poco antes de seguir con el siguiente."

"¡Eso suena genial, mamá!" - dijo Lucho emocionado.

Así que se pusieron manos a la obra, recogiendo cada juguete mientras contaban en voz alta y hacían giros y saltos al ritmo de una canción.

"Uno, dos, tres... ¡Bailamos!" - gritaba Lucho mientras giraba.

"Cuatro, cinco, seis... ¡Más rápido!" - respondía Clara, riendo.

Con cada juguete guardado, el aire en la casa empezó a cambiar. Clara se dio cuenta de que, a pesar del desorden, el tiempo compartido con su hijo era mucho más valioso.

Finalmente, después de unos minutos, la casa volvió a estar en orden. Clara sonrió al ver lo bien que lo habían pasado y cómo el enfado se había esfumado.

"¡Mirá, Lucho! ¡Lo hicimos! Y, además, nos divertimos un montón."

"Gracias, mamá. Te prometo que la próxima vez te invito a la aventura desde el principio!" - dijo Lucho.

Clara lo abrazó y entendió que, a veces, un poco de desorden podía traer mucha felicidad. Desde aquel día, madre e hijo aprendieron a mezclar un poco de diversión con el trabajo en equipo.

Y así, cada vez que había una fiesta, se aseguraban de organizar la última parte juntos, haciendo que la limpieza fuese un juego. Nunca olvidaron el día del Gran Desorden, y siempre que miraban la foto de aquella fiesta, ambos sonreían y recordaban la lección aprendida: que a veces, un poco de desorden puede ser una gran aventura, siempre y cuando compartamos los momentos juntos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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