La manada unida



Había una vez, en la hermosa selva de Argentina, un león llamado Leopoldo. Leopoldo era el rey de la selva y vivía felizmente en su gran manada.

Un día, mientras paseaba por los árboles frondosos, se encontró con una jirafa llamada Julieta. - ¡Hola! ¿Quién eres tú? - preguntó curioso Leopoldo. - Hola, soy Julieta. Soy muy alta y me gusta comer las hojas más sabrosas de los árboles - respondió Julieta con una sonrisa.

Leopoldo quedó fascinado con la altura de Julieta y decidió invitarla a unirse a su manada para que todos pudieran conocerla. Juntos caminaron hacia el río y allí se encontraron con una cebra llamada Cecilia.

- ¡Hola! ¿Qué hacen por aquí? - preguntó emocionada Cecilia al ver a Leopoldo y a Julieta. - Estamos buscando nuevos amigos para nuestra manada. ¿Quieres venir con nosotros? - invitó amablemente Leopoldo. Cecilia aceptó encantada la invitación y se unió al grupo.

Los tres amigos continuaron su viaje por la selva hasta que escucharon un fuerte ruido proveniente del otro lado del río.

Se acercaron cautelosamente y descubrieron que el ruido venía de un elefante llamado Ernesto que estaba atrapado entre los arbustos espesos. - ¡Ayuda! No puedo salir de aquí - gritaba Ernesto angustiado. Sin dudarlo ni un segundo, Leopoldo, Julieta y Cecilia se unieron para rescatar a Ernesto. Con su fuerza y habilidad, lograron liberarlo de su encierro.

- ¡Muchas gracias! Estaba muy asustado - agradeció Ernesto aliviado. Desde ese día, los cuatro amigos no se separaron nunca más. Juntos exploraban la selva, jugaban y ayudaban a otros animales que necesitaban ayuda.

Pero un día, mientras nadaban en el río, escucharon un ruido extraño proveniente de las orillas. - ¿Qué es eso? - preguntó Leopoldo preocupado. Se acercaron sigilosamente y descubrieron que era un cocodrilo llamado Carlitos que estaba llorando sin consuelo.

- ¿Por qué lloras? - preguntó Julieta con ternura. - Me siento solo. Nadie quiere ser mi amigo porque soy diferente - respondió Carlitos entre sollozos.

Leopoldo, Julieta, Cecilia y Ernesto se miraron entre sí y supieron que debían hacer algo para ayudar a Carlitos. Se acercaron lentamente hacia él y le ofrecieron su amistad sin importar sus diferencias. A partir de ese momento, los cinco amigos vivieron juntos en armonía en la selva argentina.

Aprendieron que la verdadera amistad no tiene barreras ni prejuicios. Cada uno tenía habilidades únicas que compartían entre sí, aprendiendo así unos de otros cada día. Y así termina esta historia llena de aventuras y amistad en la hermosa selva argentina.

Los cinco amigos demostraron que cuando nos aceptamos tal como somos y valoramos nuestras diferencias, podemos vivir en un mundo lleno de amor y respeto.

FIN.

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