La Manchada de las Pelotas Mágicas



Era un día soleado en la escuela primaria San Martín. Los niños de quinto año, con sus mochilas aún a cuestas, corrieron hacia el patio para disfrutar del recreo. Entre risas y juegos, decidieron jugar a la manchada, pero esta vez, con una novedosa vuelta de tuerca: ¡con pelotas!"¡Vamos a jugar a la manchada pero con pelotas!", propuso Joaquín, un niño alto y aventurero.

"¿Qué? ¿Cómo sería eso?" preguntó Valentina, la más curiosa del grupo.

"Fácil, el que queda manchado tiene que tocar a otro mientras sostiene la pelota. ¡Así todos tenemos que estar alertas!", explicó Joaquín emocionado.

Todos quedaron entusiasmados con la idea y formaron un gran círculo. El primer manchado fue Lucas, y con una risa traviesa comenzó a correr mientras manejaba una pelota azul brillante.

"¡No dejen que me toquen!", gritó Lucas, arrojando la pelota en dirección a Clara, que apenas logró esquivarla.

Pero cuando la pelota tocó el suelo, algo extraño sucedió: empezó a brincar y rodar sola, como si tuviera vida propia. Los chicos se quedaron paralizados.

"¿Vieron eso? ¡La pelota se mueve sola!" exclamó Clara con los ojos abiertos de par en par.

Decididos a investigar el misterio de la pelota mágica, los chicos corrieron tras ella. Todos juntos se adentraron en un rincón del patio, donde nunca habían estado. Allí encontraron un viejo cofre de madera cubierto de hiedra.

"¿Qué habrá dentro?", se preguntó Valentina acercándose temerosa.

"¡Abrámoslo!", animó Joaquín, que ya había encontrado una pequeña llave en el suelo.

Al abrir el cofre, una luz brillante salió de él, y dentro había tres pelotas de distintos colores: una roja, una verde y una amarilla.

"¿Y si estas pelotas tienen poderes?", sugirió Lucas sorprendido. Todos decidieron probarlas. Así que arrobaron las pelotas por el patio y se dieron cuenta que cada color hacía algo diferente: la roja hacía que quien la tocaba saltara más alto, la verde daba un increíble sentido de dirección y la amarilla hacía que todos se rieran a carcajadas.

De repente, empezaron a jugar a la manchada de nuevo, pero ahora con poderes especiales. La diversión era contagiosa y todos estaban encantados.

"¡Esto es increíble!", dijo Clara riendo mientras el grupo intentaba atrapar a Lucas, que había saltado con la pelota roja hacia una rama baja. Pero en el apogeo de la diversión, Clara tocó la pelota amarilla y no pudo contenerse: comenzó a reír sin parar.

Mientras tanto, Joaquín comenzó a preocuparle que podían haberse pasado de la raya.

"Chicos, ¡vamos a calmarnos!", dijo, pero sus palabras quedaron ahogadas entre las risas.

"No te preocupes, Joaquín, es solo un juego", aseguró Valentina mientras corría tras ella.

Pero de repente, la situación se complicó. Mientras todos se reían tanto que hasta no podían correr, alguien cayó sin querer, y el caos se desató. Las pelotas seguían brincando solas y los niños se tropezaban sin poder parar de reír.

"¡Ay, para! Necesitamos organizar esto", gritó Joaquín un poco preocupado.

"Entremos en calma, ¡hagamos un silencio! , pidió Lucas alzando una mano.

Entonces, los chicos se sentaron en círculo y comenzaron a respirar profundamente juntos, dejando que la risa se disipe. Cuando todo estuvo más tranquilo, empezaron a dialogar sobre la importancia de jugar de manera segura y cuidar unos de otros, más allá de la diversión.

- “¡La amistad es más importante que ganar! ”, dijo Valentina.

- “Sí, y debemos cuidarnos y ayudarnos siempre”, agregó Clara.

Finalmente, decidieron que la gran aventura con las pelotas mágicas debía darse en un espacio donde todos estuvieran de acuerdo y pudiera ser más ordenado. Con cuidado, guardaron las pelotas en el viejo cofre y acordaron usarlo para juegos especiales en el futuro.

Al fin y al cabo, la verdadera magia había estado en los momentos compartidos y en lecciones valiosas sobre el cuidado y la amistad. Con una sonrisa, los chicos regresaron a clase, emocionados y con mil historias que contarles a sus maestra.

Así, el recreo no sólo se convirtió en una diversión increíble, sino también en una enseñanza sobre la importancia de cuidar a los amigos y disfrutar juntos de manera responsable.

FIN.

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