La Manzana Amarilla que Quería Ser Roja



En un hermoso huerto lleno de árboles frutales, vivía una manzana amarilla llamada Mela. Desde que Mela era pequeña, miraba a las demás manzanas rojas y soñaba con ser como ellas. Les envidiaba su color brillante y cómo todos las admiraban. Un día, mientras columpiaba suavemente en una rama del manzano, decidió que tenía que hacer algo para volverse roja.

- Yo quiero ser roja, como esas manzanas maravillosas - se decía a sí misma, mirando a una manzana roja llamada Roxy que estaba justo al lado. Roxy brillaba bajo el sol y siempre recibía piropos por su color.

- ¿Por qué no te alegras con tu color amarillo, Mela? - preguntó una pequeña mariposa que revoloteaba cerca.

- Porque las manzanas amarillas no son tan queridas como las rojas. Quiero ser especial, quiero ser admirada - respondió Mela, con un suspiro.

La mariposa, que se llamaba Lila, pensó un momento y luego dijo:

- Pero ser especial no solo depende de tu color. Hay muchas maneras de ser única. ¿Por qué no intentas ver lo lindo que hay en ser amarilla?

Mela se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Lila. Decidió que haría algo grande para demostrar su valía. A la mañana siguiente, Mela se propuso organizar una fiesta de frutas en el huerto.

- ¡Vamos a divertirnos y celebrar la diversidad de colores en nuestro huerto! - anunció con entusiasmo cuando solicitó ayuda de sus amigos.

Las otras frutas estaban un poco escépticas al principio.

- ¿Por qué debería ir? - preguntó un durazno que parecía más interesado en dormir.

- Porque quiero que todos se sientan invitados a celebrar sus colores. Yo seré la anfitriona - respondió Mela, con confianza.

Al principio, no muchos respondieron, pero poco a poco, las demás frutas se entusiasmaron con la idea. El día de la fiesta, el huerto se llenó de risas, música y colores. Las cerezas traían su dulzura, los plátanos su alegría, y las peras, su elegante forma. Mela decidió que lo más importante era que todos se sentirían bienvenidos sin importar su apariencia.

Durante la fiesta, una abejita llamada Buzz se acercó a Mela:

- ¡Qué fiesta tan hermosa has organizado, Mela! Nunca había visto tanta alegría ni tanta combinación de colores.

- Gracias, Buzz. Quería que todos supieran que cada uno tiene algo especial, sin importar el color - respondió, sonriendo.

De repente, mientras las frutas bailaban y disfrutaban del momento, Roxy la manzana roja se acercó.

- ¡Hola, Mela! Me encanta tu fiesta. Nunca había pensado que tú, siendo amarilla, pudieras organizar algo tan lindo - expresó Roxy con una sonrisa genuina.

Mela sintió una nueva chispa en su corazón. Había logrado lo que tanto deseaba: ser apreciada por ser ella misma.

- ¿Ves, Mela? - dijo Lila, llegando volando - Has mostrado que ser amarilla es tan hermoso como ser roja.

Al final del día, Mela se sintió más feliz que nunca. Al mirarse en un charco de agua, vio cómo el sol brillaba sobre su piel amarilla, haciéndola brillar como un pequeño sol.

Desde entonces, Mela entendió que el verdadero valor estaba en ser auténtica, abrazar su color y celebrar sus diferencias. Todos en el huerto, independientemente de su color, acordaron hacer una fiesta cada año para celebrar su diversidad. Mela dejó de desear ser roja y comenzó a amar cada matiz de su ser.

- ¡Amo ser amarilla! - exclamó Mela, mientras todos aplaudían.

Y así, el huerto se convirtió en un lugar donde cada fruta, sin importar su color, era valorada y amada como merecía.

Fin.

FIN.

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