La manzana mágica


Arbie era un pequeño ratón muy curioso y aventurero. Siempre estaba explorando cada rincón de su hogar en busca de nuevas emociones y descubrimientos.

Un día, mientras recorría el jardín, se topó con una cesta rota que parecía haber sido abandonada. Intrigado por lo que podría encontrar debajo de ella, Arbie decidió investigar. Con mucho esfuerzo, logró mover la cesta y para su sorpresa, encontró una hermosa manzana roja brillante.

Nunca antes había visto algo tan delicioso. Arbie no podía creer su suerte. ¡Era su primera manzana! Sin embargo, justo cuando iba a darle un mordisco jugoso, escuchó una voz proveniente de un árbol cercano. -¡Espera! -dijo la voz-.

Esa manzana es mágica y puede concederte un deseo si sabes cómo usarla correctamente. Arbie miró hacia arriba y vio a Don Chirriquito, el viejo búho sabio del jardín. Era conocido por sus consejos útiles y palabras sabias. -¿De verdad? -preguntó Arbie emocionado-.

¿Qué tengo que hacer? Don Chirriquito descendió lentamente desde el árbol y se posó frente al ratón. -Bueno, mi joven amigo -comenzó el búho-, esta manzana tiene poderes especiales solo si decides compartirla con alguien más.

No puedes comerla tú solo; debes encontrar a alguien digno de recibirla como regalo. Arbie se quedó pensativo por un momento. Sabía que la manzana era especial y quería hacer un buen uso de ella.

-¿Cómo sabré a quién regalársela? -preguntó el ratón, preocupado por tomar la decisión correcta. Don Chirriquito sonrió y respondió:-Sigue tu corazón, Arbie. Observa a las criaturas del jardín y descubre quién podría necesitarla más que nadie. Escucha sus historias y comprende sus deseos más profundos.

Decidido a encontrar al destinatario perfecto para la manzana mágica, Arbie comenzó su búsqueda. Conoció a un pajarito que anhelaba volar más alto, pero decidió no darle la manzana ya que pensaba que podía lograrlo con esfuerzo propio.

También se encontró con una lombriz que soñaba con tener piernas para explorar el mundo fuera de la tierra, pero Arbie concluyó que eso no sería justo para los demás gusanos.

Un día, mientras observaba desde su escondite en el árbol, vio a Lucas, un pequeño niño de cabellos desordenados y ojos brillantes. Lucas siempre estaba solo en el jardín, buscando algo emocionante para hacer. Arbie se acercó cautelosamente al niño y le ofreció amistad.

Pronto se hicieron inseparables; compartían aventuras y risas todos los días. Un día soleado mientras jugaban cerca del árbol donde vivía Don Chirriquito, Arbie decidió hablarle sobre la manzana mágica. -Lucas -dijo-, tengo algo muy especial para ti.

Es una manzana mágica que puede concederte un deseo. Pero hay una condición: debes prometer compartir tu deseo con alguien más. Lucas, emocionado y curioso, aceptó la manzana de Arbie y se quedó pensativo durante un largo rato. Finalmente, tomó su decisión.

-Arbie -dijo Lucas-, mi deseo es tener a alguien con quien jugar todos los días. Quiero que esta manzana nos conceda el regalo de la amistad eterna.

Arbie sonrió ampliamente mientras veía cómo el brillo en los ojos de Lucas se hacía aún más brillante. La manzana comenzó a brillar intensamente antes de convertirse en polvo dorado y dispersarse por todo el jardín. Desde ese día, Arbie y Lucas siguieron siendo amigos inseparables.

Juntos exploraron cada rincón del jardín, viviendo aventuras emocionantes y compartiendo risas interminables. La historia de Arbie y la manzana mágica nos enseña sobre la importancia de compartir nuestros deseos con los demás y valorar las amistades verdaderas.

A veces, lo más valioso no es lo que tenemos para nosotros mismos, sino lo que podemos dar a los demás.

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