La Manzana Mágica de Ana



Había una vez una niña llamada Ana que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Ana era una niña muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró una manzana brillante y reluciente en el suelo. Sin pensarlo dos veces, la recogió y decidió llevársela a casa para compartirla con su familia. Al llegar a casa, Ana mostró la manzana mágica a sus padres.

Todos quedaron asombrados por lo hermosa que era. Pero entonces, algo inesperado ocurrió: la manzana comenzó a brillar intensamente y de ella salió un hada muy simpática.

- ¡Hola Ana! Soy el hada Iris, guardiana de esta manzana mágica - dijo el hada sonriendo-. Esta manzana tiene poderes especiales que pueden hacer realidad tus deseos más profundos. Ana no podía creer lo que estaba escuchando. Estaba emocionada por tener la oportunidad de hacer realidad sus sueños.

El hada Iris le explicó cómo funcionaban los poderes de la manzana mágica: solo debía cerrar los ojos, pedir un deseo y luego darle un mordisco a la manzana. Ana decidió probarlo inmediatamente.

Cerró los ojos con fuerza y pidió su primer deseo: quería convertirse en astronauta para viajar al espacio. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba flotando en medio del universo rodeada de estrellas y planetas. La emoción invadió a Ana mientras exploraba el espacio.

Vio la Tierra desde lejos y se maravilló con la inmensidad del cosmos. Después de un rato, decidió regresar a casa para compartir su experiencia con su familia.

Cuando Ana llegó a casa, todos estaban sorprendidos al verla convertida en astronauta. Contó emocionada todo lo que había vivido en el espacio y cómo la manzana mágica había hecho realidad su deseo.

Los días siguientes, Ana siguió utilizando los poderes de la manzana mágica para hacer realidad sus sueños más grandes. Se convirtió en una famosa bailarina, aprendió a tocar varios instrumentos musicales y hasta pudo volar como un pájaro. Pero con el tiempo, Ana comenzó a darse cuenta de algo importante.

Aunque los deseos cumplidos por la manzana mágica eran emocionantes al principio, no le proporcionaban una verdadera felicidad duradera. Entonces, decidió hacer su último deseo: quería que todos los niños del mundo pudieran tener acceso a una educación de calidad.

Al darle un mordisco final a la manzana mágica, Ana sintió una energía especial recorrer todo su cuerpo. Al abrir los ojos, se encontraba en un salón de clases lleno de niños sonrientes y maestros dedicados.

Descubrió que ahora era una maestra capaz de enseñarles a leer, escribir y aprender sobre el mundo que les rodeaba. Ana se dio cuenta de que ayudar a otros era mucho más gratificante que cumplir sus propios deseos egoístas.

Desde ese día, dedicó su vida a enseñar y brindar oportunidades a todos los niños que lo necesitaban. Y así, la aventura de Ana y la manzana mágica llegó a su fin.

Pero su legado perduró en el corazón de cada niño al que ayudó a alcanzar sus sueños a través de la educación.

FIN.

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