La Máquina de la Alegría



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Mateo.

Mateo era muy especial, no solo porque tenía 6 años y era muy inteligente, sino también porque siempre estaba pensando en cómo hacer felices a las personas que lo rodeaban. Un día, mientras jugaba en su laboratorio improvisado en el garaje de su casa, Mateo tuvo una brillante idea.

Decidió crear un invento que pudiera hacer sonreír a la gente y llenar sus corazones de alegría. Se puso manos a la obra y comenzó a diseñar su invento secreto. Pasaron los días y Mateo trabajaba incansablemente en su proyecto.

Sus padres notaron lo concentrado que estaba y decidieron apoyarlo en todo lo que necesitara. Le compraron materiales, le dieron consejos y lo animaron a seguir adelante. Finalmente, llegó el gran día. Mateo había terminado su invento y estaba listo para presentárselo al pueblo entero.

Convocó a todos los habitantes de Villa Feliz en la plaza central y les mostró su creación con orgullo. -¡Queridos vecinos! -exclamó Mateo emocionado-. Les presento mi invento: La Máquina de la Alegría. Todos miraban con curiosidad mientras Mateo explicaba cómo funcionaba su invento.

La Máquina de la Alegría emitía luces de colores, música alegre y liberaba burbujas perfumadas que inundaban el ambiente con un delicioso aroma. -¡Wow! ¡Es increíble! -exclamaron los vecinos maravillados por la creatividad de Mateo.

Poco a poco, las caras serias se convirtieron en sonrisas radiantes. Los corazones apagados se llenaron de luz y alegría. La Máquina de la Alegría había cumplido su cometido: hacer feliz a la gente.

Desde ese día, Villa Feliz se convirtió en un lugar aún más especial gracias al ingenio de Mateo. Todos los habitantes disfrutaban de la magia que emanaba la Máquina de la Alegría y valoraban el talento del pequeño inventor.

Mateo demostró que no importa cuán pequeño seas o cuántos años tengas; siempre puedes hacer una diferencia en el mundo si pones tu mente y tu corazón en ello.

Y así, entre risas y canciones felices, Villa Feliz vivió feliz para siempre gracias al ingenio del niño más especial del pueblo: ¡Mateo!

FIN.

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